Una teoría sobre por qué la educación española parece mala que no gustará a nadie
“La pedagogía y los orientadores, así como sus representantes humanoides en los centros educativos, son mi gran chivo expiatorio en este incendio que voy a proponer. Los pedagogos están muy acostumbrados a que los profesores nos metamos con ellos. Pero da igual, ellos perseveran y siguen intentando mejorar la educación, con buena intención, seguro, pero no con mucho acierto”.
Esta es la dedicatoria que Juan Izuzkiza, el profesor de un instituto en el País Vasco, brinda a los pedagogos en su nuevo libro, ‘Borregos que ladran’. El título lo dice todo: se trata de una enmienda a la educación española en la que, como el propio autor explicaba en El Confidencial, “los conceptos han perdido importancia y los profesores no saben muy bien qué enseñar”. Su crítica se dirige también a la burocracia excesiva, a la eliminación de las repeticiones de curso y a las nuevas masculinidades.
Una nueva entrega en ese subgénero de la literatura educativa que existe desde hace más de una década. En 2006 fue cuando Ricardo Moreno Castillo publicó su ‘Manifiesto antipedagógico’, que inauguraba una serie de relatos que, con mejor o peor suerte, estilo y clarividencia, intentan explicar la pérdida de calidad del sistema educativo español a través de una galería de infortunios que en muchos casos terminan encarnándose en la endiablada figura del pedagogo, principio y final de todos estos cambios que han operado en la educación española y que se ahondarán en el nuevo currículo de la LOMLOE, que dará menos importancia a la memoria y más al modelo competencial.
Entre ellos puede contarse también a Luisa Juanatey y ‘Qué pasó con la enseñanza. Elogio del profesor’; a José Sánchez Tortosa y ‘El profesor en la trinchera’ o ‘El culto pedagógico’; a Andreu Navarra y ‘Devaluación continua: informe urgente sobre alumnos y profesores de secundaria’; a Alberto Royo y ‘Contra la nueva educación’, o virales artículos de Enrique Moradiellos y Félix de Azúa. No están todos los que son, pero son todos los que están en el bando de la decepción pedagógica.
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