Panorama de la mediación intercultural y la traducción/interpretación en los servicios públicos en España
Dora Sales Salvador, Ph.D.2
Grupo CRIT
Departamento de Traducción y Comunicación
Universidad Jaume I de Castellón
dsales@trad.uji.es
Pues es nuestra mirada la que muchas veces encierra a los demás en sus pertenencias más limitadas, y es también nuestra mirada la que puede liberarlos. Amin Maalouf (1998: 33)
1. Introducción: Inmigración, interculturalidad, necesidades comunicativas… el derecho a entender y hacerse entender
Hoy en día vivimos en un mundo globalizado pero contrastivo, donde constantemente se producen choques y encuentros entre diversas maneras de percibir, comunicarnos y vivir. Las necesidades comunicativas (interlingüísticas e interculturales) en entornos múltiples demandan respuestas. Nos proponemos dar cuenta de dos de ellas, para observar cómo se interrelacionan y se retroalimentan: el ámbito de la mediación intercultural y el de la traducción/interpretación en los servicios públicos.
El mediador intercultural es una nueva figura que va emergiendo paulatinamente en distintas partes del mundo, al tiempo que en los estudios de traducción e interpretación cobran cada vez más relevancia las investigaciones dedicadas a la vertiente más social y comprometida de la práctica traductora, la que revela con mayor claridad la vocación de servicio de la traducción/interpretación. Con todo, el mediador es algo más que un traductor/intérprete, pues la traducción/interpretación es sólo un aspecto de la mediación, que se perfila como una modalidad de intervención social. Desde una perspectiva descriptiva, observaremos el actual panorama en mediación intercultural y traducción/interpretación en los servicios públicos en España, destacando las investigaciones más relevantes llevadas a cabo hasta ahora, así como las acciones formativas puestas en marcha.
El punto de partida de este interés en torno a la comunicación intercultural y la inmigración se inserta en el marco de la investigación que hemos venido desarrollando desde el Grupo CRIT (Comunicación y Relaciones Interculturales y Transculturales),3 donde estamos comprometidos con el fenómeno de la inmigración, desde el respeto a las diferencias, pues consideramos que puede llegarse a un espacio común de intercambio intercultural a través de la comunicación, la traducción y la mediación. La cultura, como canal comunicativo, puede aprenderse, enseñarse y compartirse. Si nos damos cuenta de que es posible conocer la cultura de los demás, y dar a conocer la nuestra, es posible evitar o, al menos, cuestionar, comportamientos y actitudes racistas.
Hasta la fecha, CRIT se ha centrado en el estudio de la interacción comunicativa entre inmigrantes y españoles, los problemas que ésta conlleva y, principalmente, la posibilidad de superarlos mediante un conocimiento de comunicación intercultural (Grupo CRIT, 2003; Ortí, 2004; Raga, e.p.; Raga y Sales, e.p.).
El conocimiento y estudio sobre la comunicación intercultural se vuelve cada día más necesario teniendo en cuenta que lugares como España, Portugal o Italia, que han sido países tradicionalmente de emigración y que hasta ahora sólo contaban como rutas de paso para los emigrantes que se desplazaban a otros países más al Norte, se convierten de manera progresiva en lugares de destino, en países de inmigración (extracomunitaria).
Esta situación revela las necesidades y carencias de la sociedad receptora de grupos inmigrantes, en especial en lo relativo a la comunicación y convivencia entre culturas. La dramatización del fenómeno de la inmigración en España, sobre todo a nivel mediático, que en numerosas ocasiones tan sólo la representa metonímicamente a través de las pateras, las redes de explotación y situaciones como las de El Ejido, tomando así la parte por el todo, sirve de cortina de humo que nubla una realidad que abarca innumerables factores y que a muchos les hace olvidar que: (…) las migraciones no son cosas, ni los inmigrantes son mercancías. Son seres humanos con sus aspiraciones y sus necesidades, sus costumbres y rasgos culturales, sus dificultades actuales y su voluntad de futuro. Por tanto, hay que integrar el fenómeno migratorio, no sólo como variable económica, sino también como realidad humana destinada a modificar la sociedad de acogida, al modificarse a sí misma (Goytisolo y Naïr, 2000: 52-53). El inmigrante es un sujeto con derechos y obligaciones. Si bien es cierto que a la población inmigrante se le exige que atienda a las normas y deberes de los ciudadanos del país en el que residen, no lo debería ser menos que tienen derechos como usuarios de los servicios sociales, pues cotizan en este país y con su trabajo contribuyen al nivel de bienestar colectivo, por no hablar de quienes trabajan sin papeles y sin contrato en la ahora llamada «economía sumergida». El acceso igualitario a los servicios públicos como derecho humano fundamental implica también el derecho a entender y ser entendido en cualquiera de estos servicios. Y lamentablemente este derecho se minusvalora o incluso se vulnera en situaciones cotidianas.