La intervención social con colectivos inmigrantes
Un libro de Malika Abdelaziz, Alfonso Cuadros y Lourdes Gaitán
Universidad Pontificia de Comillas
Madrid. (198 págs.)
ISBN 84-8468-152-1
El punto de partida es el reconocimiento de que detrás de cualquier tipo de intervención social, de cualquier técnica, hay siempre una intención y una filosofía. La lectura de los problemas sociales, de las necesidades, se realiza siempre desde una mirada, un sistema de referentes y valores, que es necesario revisar y para ello, en primer lugar, saber ponerlo de relieve. Pero no penséis que se trata solamente de un libro teórico, puesto que esta reflexión lleva a pistas concretas para la intervención. Me atrevo a destacar la aportación en concreto de Malika Abdelaziz en relación con el apartado dedicado a la mujer. Es claro su posicionamiento y su crítica hacia la típica mirada sobre la mujer inmigrante como mujer-extranjera-pobre. La denuncia sobre los propios límites del sistema de atención social y su insistencia en la necesidad de actuar para «animar» a la participación social. La búsqueda de fórmulas para dar el protagonismo a los grupos sobre los que se quiere intervenir y fomentar su autoorganización.
Os ofrezco a continuación un resumen extenso sobre el contenido de todo el libro.
Con la convicción de que lo importante no es tanto pensar sino repensar (en el sentido Freiriano aprender a releer y rescribir), espero que estas páginas alienten el debate individual y colectivo de todos los que os dedicáis de una manera o de otra a la intervención social con colectivos inmigrantes.
Resumen:
El libro se divide en dos bloques: la intervención y sus agentes; y destinatarios y modalidades de intervención.
En la primera parte se plantea el porqué y el para qué de la intervención social en términos generales. Esta reflexión primaria permite subrayar que hablar de intervención es hablar de la práctica, del cómo hacer, detrás de la cual siempre se encuentra un qué hacer, compuesto de ideología y constructos teóricos. A continuación se plantea la pregunta sobre el por qué es necesaria la intervención hacia el colectivo de inmigrantes. ¿Qué motiva y justifica la intervención social con personas inmigradas? y ¿cuáles son las circunstancias que hacen vulnerables a las personas inmigradas?. Estas preguntas además de vertebrar el texto obligan a replantearnos la idea estereotipada del inmigrante como el necesitado por naturaleza.
En cuanto a las formas de actuación en la intervención social con población inmigrada, se subraya la necesidad de reconocer precisamente cómo en toda intervención social se ponen en juego, siempre, valores, habilidades y conocimientos. Trabajar la diversidad requiere, por tanto, cuestionar los propios valores, y estar dispuesto a aprender de los clientes (usuarios/as) diversos.
En este primer bloque se ofrece, además, un recuento sobre los recursos formales e informales que existen en la atención a inmigrantes, destacando la necesidad de coordinación y el trabajo en red entre ellos.
En cuanto a los destinatarios de la intervención se aborda de manera específica la infancia y las mujeres. Muy en coherencia con el planteamiento lanzado en el primer bloque del libro, el capitulo sobre infancia comienza con la pregunta ¿qué es la infancia?. La mera formulación de esta pregunta nos permite reconocer la existencia de fundamentos culturales sobre nuestra definición de infancia, y provoca al mismo tiempo una reflexión sobre la utilidad y consecuencias de esta categorización del ser humano. En concreto se subraya cómo el menor es concebido como un ser humano no completo, en etapa de preparación, el niño y la niño son un no-adulto. Los menores, con la intención de ser protegidos, pierden también visibilidad y poder de decisión propia en la sociedad.
En cuanto al apartado sobre mujeres se abordan varios aspectos: Primero se analiza el fenómeno de la «feminización de la inmigración» por dos motivos uno que tiene que ver efectivamente con la llegada de más mujeres con su propio proyecto migratorio (entre otros motivos se destaca la «internacionalización» de los trabajos necesarios para la reproducción social en las sociedades del norte: tareas domésticas, cuidado de niños, enfermos y ancianos). Y el segundo motivo tiene que ver con la visibilización creciente y reciente de las mujeres inmigrantes.
En cuánto a cómo actuar con este colectivo, se destaca en primer lugar el peligro de «culturizar» los problemas. Es decir, imputar a cualquier problema con el que se encuentra la mujer inmigrante a su pertenencia cultural. Esto lleva consigo subestimar la realidad socioeconómica en la que viven y sacralizar las diferencias culturales por país de origen cuando existe, en la mayor parte de los casos, una reconstrucción de la identidad cultural muy clara al desprenderse del tejido social original. La propuesta sobre actitudes y criterios de intervención apunta hacia la formación de los profesionales que tienen relación con nuevas usuarias procedentes de otras culturas. Formación para una comprensión mejor y mayor del contexto del que procede la inmigración y del contexto de género, pero también capacitación para ofrecer un alto grado de escucha abierta y atenta a cada interlocutora inmigrante. Junto a esto es importante reconocer los «múltiples filtros y pantallas grabadas en las subjetividades de los individuos producto de sus pertenencias, culturales, sociales y profesionales» (se refiere concretamente al proceso de descentración que propone Margalit Emerique-Cohen en su método para el acercamiento intercultural). En cuanto al choque de valores o «encontronazos» que se están dando entre prácticas de mujeres inmigrantes y determinadas posturas feministas, en relación, por ejemplo con el uso del pañuelo, la autora aclara y define bien su postura. Plantea la necesidad de construir colectivamente criterios éticos y universales entre mujeres de diversas culturas. La autora además critica el ombliguismo desde el que feministas occidentales critican a las mujeres inmigrantes, cuando probablemente a ésas les hubiera gustado encontrarse con su apoyo en otro tipo de reivindicaciones como cuando se trata de luchar por mejorar sus condiciones de acceso al trabajo. Esto les ayudaría a imponer un orden más justo dentro de sus casas. «Se debería respetar las estrategias, las elecciones, incluso los errores desde la solidaridad con una actitud activa para el cambio de las relaciones de poder entre géneros» . Además es importante comprender la doble negociación de las inmigrantes: una doble identidad de género hacia dentro de su comunidad de pertenencia y hacia fuera en la sociedad de acogida. A menudo la emergencia de estas nuevas identidades, choca con los estereotipos preconcebidos sobre su cultura desde este país. La propuesta de intervención se centra fundamentalmente en tratar de restituir el protagonismo de las propias mujeres respetando tanto sus estrategias como sus límites. Es necesario romper el estereotipo que se apoya en la triple discriminación como mujer-extranjera-pobre, para sacar a la luz también sus aportaciones y sus capacidades. En cuanto al dilema sobre atención generalista frente a la atención específica para la población inmigrante y concretamente de mujeres, la autora defiende el modelo generalista pero teniendo en cuenta la especificidad del colectivo marcado fundamentalmente por trabas administrativas, que se derivan de la ley de extranjería, y en el caso de las mujeres, además, por las relaciones de género, el encierro doméstico, etc. Es preciso revisar el modelo desde el cual se interviene. Frente al modelo corrector (el profesional debe corregir el problema e insertar al sujeto en un modelo de sociedad justa, que funciona); actuar desde un modelo empático y promocional (el profesional percibe en el usuario/a sus potencialidades, es el orden social el que crea los desequilibrios y desigualdades que traen problemas a los sujetos). Sin embargo, la autora cree que en la actualidad los dispositivos de extranjería ofrecen escasos mecanismos de consulta y participación para la población inmigrante y por tanto este tipo de intervención hoy por hoy choca contra los propios límites de la intervención social. La asistencia que hoy se realiza responde más que a las necesidades de este colectivo a la demanda entendida bajo el prisma del propio sistema de intervención social. A pesar de ello existen algunos ejemplos que escapan de esta lógica como la Formación de Mediadoras Socioculturales.
Los actuales mecanismos de participación están más preocupados en saber sobre la realidad de la inmigración, que en encontrar interlocutores válidos entre la administración y la población inmigrante. La propuesta para el cambio social es clara: fomento de la autoorganización y participación de la inmigración.
Por último el libro se detiene en dos tipos de intervención: la educación de personas adultas y la mediación social intercultural. En cuanto a la primera, es importante conocer el nivel de partida, en cuanto a formación, de la población inmigrante. Sorprende la existencia de niveles de formación más altos de los esperados junto con un porcentaje de inmigrantes sin estudios. La oferta formativa se ofrece desde distintos tipos de actores, como las administraciones locales, regionales, ONGs, asociaciones. Entre las trabas e impedimentos con los que se encuentran, algunos de ellos, tienen que ver con el contexto (precariedad jurídica, inestabilidad laboral), otros con características de la persona individual (motivación hacia el presente, desconfianza, desconocer el idioma, etc..) y otros con las metodologías empleadas (horarios, desconocer los patrones culturales). La formación que se ofrece fundamentalmente es, español como segunda lengua, formación ocupacional, orientación laboral y mediación social intercultural. A pesar de que este tipo de intervenciones se vienen desarrollando desde mediados de los años 80 y son varias las entidades que ofrecen este tipo de formación no existe todavía una planificación de estrategias y contenido común. En términos generales se concluye que la educación de adultos dirigida a inmigrantes es un campo aún disperso y débil. No existe conocimiento ni investigaciones sobre el proceso de formación de personas adultas extranjeras.
Y para terminar el capitulo sobre mediación intercultural. En él se describen antecedentes, tipos, modelos y fundamentación metodologica. Se recoge la sistematización y experiencias existentes en mediación en Madrid: Servicio de Mediación Social Intercultural; Cataluña: Desenvolupament Comunitari y Andalucía: Andalucía Acoge. Destacar el creciente protagonismos de la mediación, lo que indica que además de ser una fórmula más o menos acertada para la intervención con colectivos de inmigrantes esta sirviendo como provocación y recuperación de estilos de intervención de la tradicional ayuda a terceros. Es una herramienta de trabajo muy válida para los profesionales en el campo de las migraciones. Existen aún retos importantes, como la definición de funciones de esta nueva figura profesional, definir su perfil profesional, competencias propias respecto a otros trabajadores sociales, el currículum formativo del mediador, y la falta de investigación para refutar los modelos vigentes de mediación.