Libros para una infancia mestiza
Por Winston Manrique Sabogal
El veloz aumento de los niños inmigrantes en los colegios españoles cambia las estrategias de enseñanza y motivación a la lectura. El nuevo mapa estudiantil hace que colegios y profesores empiecen a readaptar sus sistemas de enseñanza sobre la marcha. La clave: no hacerles perder sus raíces y facilitar la integración de todos los pequeños a través de libros amenos, a la vez que se fomenta el hábito lector. La reinvención de la educación en la diversidad cultural incluye más que nunca actividades escolares con los padres.
Babelia / El País
La algarabía llegó a la biblioteca en tres filas de niños que pasaron por entre las mesas, bordeó la selva de papel y se arremolinó frente al teatrillo de marionetas. Las luces se apagaron y la bulla subió, hasta que una voz que contaba cuentos trató de amansarla. Entonces una lámpara resucitó el teatrillo mientras que la voz que hablaba de un erizo sólo necesitó nueve segundos para tomar posesión de la biblioteca con unos niños sentados boquiabiertos y los ojos fijos en el escenario donde asomaba un erizo triste porque no tenía amigos.
Eran niñas y niños ucranianos, marroquíes, españoles, colombianos, polacos, peruanos, cubanos, brasileños, ecuatorianos o rumanos. Todos del colegio Ciudad de Badajoz, del barrio de Aluche, de Madrid, donde el 70% de los estudiantes son inmigrantes. Actividades similares a las que realiza el colegio El Espinillo, de Villaverde, también de Madrid, donde el porcentaje de inmigrantes es del 25%. Son dos de los 21.000 centros educativos de España donde el mundo escolar se está reinventando y de paso fraguando el futuro de una España pluricultural impensable hace sólo una década, coinciden en afirmar Julia Hernández y Miguel Ángel Loza del Ciudad de Badajoz y María Ciprián y Montse González de El Espinillo. Allí desde hace unos cuatro años han empezado el proceso de adaptación de acuerdo al nuevo mapa estudiantil del país, bajo la asesoría y apoyo de la Fundación Germán Sánchez-Ruipérez.
«Al principio veía a esos niños un poco raros porque no les entendía, no hablaban como nosotros, ¡pero es guay oírlos! Ahora soy amigo de Conrad, ese niño polaco, es que hablamos de muchas cosas porque nos gusta leer», cuenta Javier, un niño español de ocho años de El Espinillo.
Conrad y Javier son dos de los seis millones de niños menores de 14 años que tiene ahora España, de los cuales un 3% o un 4% son inmigrantes, es decir, casi la tercera parte de los extranjeros que ya viven en España. Y creciendo. Además, en breve predominarán los niños de padres extranjeros, o con alguno de ellos españoles, pero nacidos aquí. Lo que ocurre es que el porcentaje de inmigrantes y número de nacionalidades varía de un centro escolar a otro. Un aspecto que deben tener en cuenta los diferentes Gobiernos del país, porque hace dos semanas el Observatorio Europeo contra el Racismo y la Xenofobia advirtió del riesgo de que se formen guetos en las escuelas públicas españolas para inmigrantes o minorías étnicas.
Integración
La velocidad con la que España cambia de color es inédita. De ahí que esa reinvención escolar se esté haciendo sobre la marcha. «No es lo mismo fomentar y motivar la lectura en niños de un mismo país que en un grupo de múltiples nacionalidades y culturas. Y eso, precisamente, tenemos que convertirlo en un factor a nuestro favor en la enseñanza», reflexiona Julia Hernández, profesora de compensatoria y responsable de la biblioteca del Ciudad de Badajoz. Ahora, agrega , con niños de tantas nacionalidades lo primero es procurar la integración natural y armoniosa. «Luego hay que ir adaptando las estrategias de motivación a la lectura sin que los alumnos inmigrantes pierdan la conexión con sus países, con sus raíces». Una clave que confirma María Ciprián, directora de El Espinillo. Además la LOE (Ley Orgánica de Educación) contempla sesiones de lectura en todas las materias.
Una forma de conquistar a esos pequeños lectores es con libros de cuentos, historia o didácticos en general sobre sus países de origen o que hagan referencia a ellos y a sus pueblos. «Pero sin descuidar y motivando por igual a los alumnos españoles. Así aprenden nuevas cosas los extranjeros y los niños de aquí», coinciden los profesores de los dos colegios.
«La lectura no sólo sirve para mostrar la magia que guardan las páginas, sino también para educar en la diversidad humana y descubrirles la multiculturalidad», afirma María Ciprián. Según los profesores consultados, y las diferentes conferencias y estudios de la Fundación Sánchez-Ruipérez, la educación de hoy debe estar basada más que nunca en enseñarles desde pequeños la riqueza cultural del mundo, la importancia de aprender a convivir en la multiculturalidad, y a que pierdan los prejuicios y miedos a los extranjeros, mostrando las ventajas de conocer y compartir la vida con personas de muchos países. «Y todo eso está en libros que los niños pueden leer mientras se divierten», dice Miguel Ángel Loza, jefe de estudios y coordinador del seminario de biblioteca que se realiza en el colegio Ciudad de Badajoz.
En lo que no hay ninguna diferencia y une más a los pequeños, sean de donde sean, es en la preferencia temática y en el momento en que leen: les gustan las historias de animales, de miedo y fantásticas que suelen leer antes de ir a la cama, después de haber ayudado en los deberes domésticos. «A mí me gusta leer en el colegio, pero también llevarme libros a casa para leer después de cenar», cuenta Omar, un niño marroquí de seis años del Ciudad de Badajoz. El momento de lectura de Milena, una niña ecuatoriana de seis años, es justo cuando va a dormir, tras haber ayudado a su madre «en cosas de la casa». Igual que Anastasia, una niña ucraniana de ocho años para quien «todos los libros son divertidos», aunque se queda con los de miedo.
En vista de que ya todos los caminos pasan por España, «ahora nuestro enfoque», dicen Julia Hernández y Miguel Ángel Loza, «depende de la clase de alumnos que tengamos. Ellos nos dan la pauta de cómo enseñar, por eso los profesores también debemos aprender un poco de sus países para que se sientan en confianza y poder hablar con ellos».
Todo eso bajo un único credo: Nunca, nunca, nunca hay que hacer sentir diferente a ese niño extranjero. «Él ya se sabe diferente en un país que no es el suyo, y anhela integrarse y entrar en la normalidad cuanto antes. No quiere que se le trate diferente porque eso lo marcaría entre sus compañeros», explican Montse González, jefa de estudios de El Espinillo, y Mercedes Mora, profesora de compensatoria del mismo colegio. Recuerdan que cuando los menores están en grupo el trato debe ser igual para todos. El proceso de adaptación depende en gran medida de los docentes de compensatoria que ayudan a los recién llegados a integrarse, al tiempo que van detectando las necesidades de cada uno, desde enseñar el idioma hasta saber en qué materias necesitan un refuerzo.
La voz de los padres
Pero sean los pequeños de una o 222 nacionalidades juntas, dos de los pilares que sustentan el fomento y la motivación de la lectura es no obligarlos a leer un libro, pero sí dejarlos intrigados sobre un texto para que ellos quieran saber más o decidan resolver las dudas por sí solos, y que vean el ejemplo de la lectura en casa y el colegio. Son recomendaciones clave para dejar el embrión de la lectura en los menores de 10 o 12 años, ya que durante los siguientes las preferencias entre la lectura y la televisión, los videojuegos y el descubrimiento de su propio mundo es desigual. Pero si aquella semilla ha quedado bien plantada brotará después del gran hallazgo de la adolescencia, coinciden en afirmar los profesores de El Espinillo y Ciudad de Badajoz.
Mientras tanto los más pequeños son los más agradecidos con los libros. Los niños de El Espinillo como Liliana, una pequeña de ocho años de madre dominicana y padre español, confiesa que lo que más le gusta es cuando su padre le lee. Es una preferencia y una debilidad de todos los menores, no importa que ya sepan leer. Quieren escuchar las voces de sus padres o de algún hermano mayor leyéndoles porque ésa es una de las maneras de compartir algo, de que los dos sepan la misma cosa a la vez. Eso los une y les crea complicidad, opinan los profesores. Rodostina, una niña búlgara de ocho años, dice que le gusta cuando sus padres le cuentan un cuento, y no sólo en español sino también en búlgaro. Mientras que Rafael, un niño español de ocho años de madre gitana y padre payo, que antes leía poco, ahora le gusta «subir a la biblioteca para coger libros y llevarlos a casa» porque también le lee a sus hermanos.
Pero digan lo que digan, la dramatización de un cuento sigue siendo el rey de la motivación a la lectura.
Casi veinte minutos han estado los 35 niños menores de seis años del colegio Ciudad de Badajoz entregados a la Historia de un erizo, de Azun Balzola. Y cuando el cuento terminó, la luz volvió y con ella el alboroto. Pero de manera intermitente, porque la profesora empezó a hacer preguntas sobre el relato y ellos a alzar el brazo y a contestar, y a reírse, y corregirse unos a otros, y a opinar, y a preguntar si podían ver el libro. De repente un ¡ohhhhhhh! cuando en el teatrillo volvieron a aparecer el erizo, los patos o la tortuga que habían salido del cuento, se despidieron de los niños y de nuevo el bullicio. Hasta que una profesora hizo que la algarabía quedara en las mismas tres filas en que habían llegado y regresaron a sus clases.
Es un jueves, y como todos los jueves, día de cuentacuentos en el Ciudad de Badajoz. Cada jueves uno distinto, pero cada trimestre el colegio gira en torno a un tema, es el turno de los animales. Como antes lo tuvieron el universo o la mitología. Temas sobre los cuales gira la biblioteca mientras los profesores lo abordan en sus respectivas asignaturas como apoyo de la lectura. Diez minutos después de que salieran de la biblioteca los más pequeños, entraron los de primaria, hasta los 12 años. Para ellos la lectura es voluntaria. Y ahí están. Unos cuarenta llegaron en tropel y se sentaron frente al teatrillo. Así supieron de la historia del erizo que va buscando por el mundo amigos hasta que por fin consigue uno.
«Es una manera divertida de estimular la lectura y de enseñarles valores con historias como esta que habla de lo importante que es la integración, comprender que todos somos diferentes y que a todos nos gusta tener amigos», dice Miguel Ángel Loza. Insiste en que los sistemas han empezado a tener cambios, «sin romper las raíces ni de extranjeros ni de españoles, y reforzar aspectos como el respeto, la comprensión y la tolerancia».
Por eso ahora más que nunca es importante involucrar a los padres en el proceso de educación y de motivación lectora, coinciden María Ciprián y Julia Hernández. Sus dos centros educativos organizan actividades para que los padres cuenten a los niños del colegio de dónde vienen, cómo son sus países, cómo se vive allí o en qué trabajan. «Es una forma de aprender todos, a la vez que esos padres inmigrantes y españoles se van integrando, compartiendo sus culturas y comprendiendo la importancia de leer», según la directora de El Espinillo. Incluso en bibliotecas como las del Ciudad de Badajoz hay libros para adultos. Aunque los profesores son conscientes de que éstos suelen estar poco tiempo en casa debido a las largas jornadas laborales.
Lo fundamental es transmitirles que el libro y la biblioteca pueden significar para ellos lo mismo que para sus hijos, según el eslogan del Ciudad de Badajoz, Un lugar para imaginar, que en polaco es Miejsce Marzen, en rumano Un loc pentru imagine y en portugués Um lugar para imaginar.
Libros por edades
Sean los alumnos de la nacionalidad que sean, las recomendaciones para escoger un libro y conquistar lectores son básicamente las mismas.
Hasta los 18 meses. Predominio de libros ilustrados, coloristas y estimulantes. Favorecerán la interacción niño/adulto. Imágenes de objetos familiares permiten conectar al niño el mundo impreso con el real. De materiales resistentes con bordes redondeados. Se incluirán sonidos y un tacto cálido y variado.
De 18 meses a 3 años. Ilustraciones sugerentes y fotos para mirar y hablar. Poesías, canciones y juegos acumulativos para repetir. Textos mínimos apoyados en pequeñas historias narradas en imágenes o pictogramas o historias para ocasiones especiales (cambio de pañales a orinal o nacimiento de un hermanito).
De 3 a 5 años. Historias expresadas con sencillez, no por ello triviales ni pobres. Debe hablarse con los niños de casi todo, aunque es importante cuidar la forma para que escuchen sin perder la atención.
De 6 a 8 años. Historias de animales domésticos que hablan, cuentos maravillosos, máquinas personificadas, ambiente familiar y humor. Evitar reflexiones que el niño no pueda entender, la crueldad, el terror y el sentimentalismo. Estilo directo, diálogos frecuentes y desenlace rápido y feliz. No muy largos, comprensibles y convincentes. Impregnados de alegría y buen humor. Y atractivos visualmente.
De 9 a 11 años. Personajes con problemas como los suyos y las aventuras de pandillas en las que se proyecta. Misterio, cuentos fantásticos y clásicos; pueblos lejanos, humor, inventos o ciencia. Hay que evitar moralejas. Debe haber acción, ambiente y caracteres vigorosos y dinámicos. No deben dejar en el niño dudas irresolubles. Ilustraciones acordes al texto.
A partir de los 11 años. Se inicia el desarrollo de la conciencia social. Argumentos con problemas humanos y/o lecturas intimistas con acción y aventura.
Desde los 14 años. Se perfilan los itinerarios individuales de lectura que el joven jalona de aquellos libros que le permitan reafirmar su personalidad. El adolescente necesita modelos, espejos, en los que reflejarse. En la narrativa buscará soluciones a sus conflictos y respuestas a sus anhelos e interrogantes. Los temas problemáticos (drogas, paro, sexo, delincuencia) son un tabú para su entorno familiar y por eso bucea en busca de novelas que traten estas situaciones.
De Kepa Osoro para la Fundación Sánchez-Ruipérez.