Historias de viajeros sin nombre. La cartelera demuestra la pujanza del cine de denuncia sobre la inmigración
Por Gregorio Belinchón
La emigración, que dio clásicos del landismo como Vente a Alemania, Pepe, desapareció del cine patrio en cuanto España empezó a recibir riadas de mano de obra barata procedente de África, Suramérica o del Este de Europa. Desde 1990 ha habido cinco conchas de oro españolas en el certamen de San Sebastián, y dos de ellas hablaban de ese fenómeno: Las cartas de Alou, de Montxo Armendáriz, y Bwana, de Imanol Uribe.
Pese a todo, en Europa parece que la inmigración sólo atrae a veteranos luchadores como Ken Loach, Gianni Amelio o Constantin Costa-Gavras, del que estos días se puede ver justo su última aportación al tema, Edén al Oeste. En cambio, en América -del Norte al Sur- algo parece moverse. En la pasada edición de San Sebastián, en su apartado Horizontes Latinos, se proyectaron varias visiones sobre el tema. Es la continuación de una oleada que sirve para contar lo que de verdad ocurre y preocupa. En Estados Unidos, gente independiente como Wash Westmoreland y Richard Glatzer (Quinceañera), Joshua Marston (María, llena eres de gracia), David Riker (La ciudad) o Steven Soderbergh (Traffic) han aportado obras estupendas. A este bando pertenece Cary Joji Fukinaga, de padre japonés, madre sueca y crianza yanqui, que con Sin nombre, muestra el viaje en el tren que atraviesa México, de Sur a Norte, de los inmigrantes centroamericanos ávidos de Eldorado. Con su desencarnada visión, el debutante Fukinaga se llevó dos premios en Sundance y el principal galardón de Deauville.
Este estadounidense explica, en correcto español, que lo empezó «como la investigación para un corto en la universidad hace cinco años». El corto –Victoria para Chino– empezó a ir de certamen en certamen hasta que le propusieron en el laboratorio de guión de Sundance que desarrollara un largo. Y Fukinaga consideró que la emigración continuaba teniendo su interés. «Las maras aparecen porque los inmigrantes cruzan su territorio en los trenes y tienen que pagarles peajes». El cineasta se detiene para recordar a Christian Poveda, el fotoperiodista recientemente asesinado por las maras, y cuyo documental La vida loca se estrena hoy también en España, por fin, en cines comerciales. Las maras nacen cuando vuelven a El Salvador los inmigrantes y sus hijos que habían huido a Los Ángeles durante su guerra civil. Algunos absorbieron allí la cultura de las bandas y la radicalizaron en El Salvador. «Yo me centré en ese viaje, no tanto en sus problemas a la llegada, porque está poco descrito. Suavicé la violencia, que es mayor, en pos de que el público no perdiera de vista a los personajes».
Otro cineasta que incide en cómo los inmigrantes intentan entrar en Estados Unidos es el mexicano Rigoberto Perezcano, con su filme Norteado, que ha podido finalizarse gracias a haber ganado los tres premios del ciclo Cine en Construcción del certamen de San Sebastián. Norteado llegará a los cines españoles el próximo marzo. Perezcano viene del documental. «Y mantengo esa dureza y ese drama en los primeros minutos porque habla de algo muy serio, la emigración», dice. Norteado deviene después en ficción, aunque siempre con verosimilitud. «Mientras haya desigualdad y marginación y no se reparta la riqueza social, habrá migración. Y ojalá no disminuya el caudal de películas. Da muchísimo juego porque se entrecruzan muchísimas historias». Sus protagonistas intentan cruzar a Estados Unidos en escondites muy similares a los que se usan para entrar a España desde África. «El hambre agudiza el ingenio».
Fuente: El País