Árabe en los patios
Por Miguel Angel Ferris
El colegio público Miguel Hernández de Orriols alberga desde hace poco una de las realidades interculturales más interesantes a través del trabajo de maestras islámicas cuyo empeño es transmitir el árabe a los hijos de la inmigración y de matrimonios mixtos que no renuncian a perder una parte de su origen cultural.
Nos adentramos en la hora del recreo en el patio de éste colegio público cuyas aulas se llenan cada sábado de 10 a 14h de la mañana de niños y niñas que renuncian por unas horas a sus juegos, para asimilar desde pequeños el idioma de muchos de sus padres, cuya perpetuación resulta difícil en una sociedad mediatizada por el castellano y el inglés.
Un reducido número de madres, profesoras y colaboradores del Centro Cultural Islámico de Valencia cuya sede se encuentra a pocas manzanas de la escuela, vigilan los juegos estos pequeños aprendices de árabe. El patio es el mismo pero distinto, durante la semana lectiva allí juegan e intercambian conceptos del mundo 300 alumnos pertenecientes a 19 nacionalidades extranjeras con un buen nivel de integración y convivencia.
El colegio lleva a cabo un proyecto de Educación Compensatoria basado en buena parte en la multiculturalidad así como una línea de inmersión lingüística en valenciano en la que ya participan éste año alumnos de padres inmigrantes. Estos precedentes pueden explicar la cesión del mismo por parte del concejal de Educación Emilio del Toro para llevar a cabo ésta importante experiencia.
La impresión durante el descanso, es que los niños hacían menos ruido y tenían menos conflictos que los que normalmente se presentan allí durante las clases corrientes del colegio público. Antes del acceso a las aulas, una mujer registraba cuidadosamente la asistencia, mientras que otras dos venden productos propios de los países del Magreb, todas cuidadosamente ataviadas con las prendas propias de su cultura y religión de origen. Todo ello transcurre bajo la mirada atenta de Jabib, el encargado de las labores de bedel y representante del CCIV, organizador de los cursos. Algunas madres españolas procedentes de matrimonios mixtos ayudan en el control de los juegos y actividades. Las maestras esperan el final del recreo para volver a las aulas.
Aprender árabe
Son cerca de 150 alumnos los que siguen cada semana los cursos, agrupados por edades desde los 3 a los 12 años, en aulas con distinto número de inscritos dependiendo del menor o mayor nivel al que acceden. También asisten a las clases un grupo de 15 españoles adultos con interés en aprender árabe.
Para Jabib la cesión del colegio público y de sus instalaciones para esta iniciativa es lo ideal “porque tú puedes enseñar en la mezquita pero sigue siendo pequeña, no hay patio, los niños no pueden disfrutar , los padres cuando ven un sitio así los traen con mucho gusto”. Nos confiesa que antes de la escisión en el Centro Islámico del barrio del Xúquer se llevó a cabo una primera experiencia en la zona del Puerto pero tuvo escasa matricula y fracasó. La propaganda para los cursos de árabe se realiza a través de las mezquitas de Valencia, carnicerías Jalal y los sitios a donde van los musulmanes. Se financian con aportaciones voluntarias. Las maestras sólo cobran una cantidad simbólica por su dedicación. Para financiar el Centro Cultural Islámico algunas madres venden sus productos caseros en el recreo.
Conversamos con Areej, nombre de difícil pronunciación tanto como el aprendizaje de las grafias árabes que esta joven maestra enseña a sus dos grupos de infantil en sesiones de mañana y tarde. Nos comenta el creciente interés no sólo en familias de origen musulmán sino entre españoles por ésta lengua tan ligada a 800 años de presencia en la península. Para Areej el árabe es importante “primero, para conocer la religión y leer el Corán porque sin éste idioma no podemos leerlo”, pero además “cuando nuestros hijos van a visitar a sus familiares a nuestros países lo necesitan para entender a la gente de allí”. Además, prosigue, “es nuestra lengua, la de los padres, ¿y es importante que los hijos sepan nuestra lengua, no?”. Reconoce sentirse satisfecha con el respeto y la comprensión de sus vecinos valencianos ante la enseñanza del árabe a los niños.
Convivencia en paz
Junto a la valla soleada del patio de infantil encontramos a dos madres españolas a quienes interrumpimos su tranquila espera. Para una de ellas originaria de Bilbao y que lleva a su hija ya dos años a este tipo de cursos, en Euskadi, “a pesar de haber menos árabes y musulmanes, se han llevado a cabo experiencias con un resultado muy bueno, incluso le dieron un premio del ayuntamiento al colegio religioso concertado de mi hija por las Jornadas Multiculturales que celebraron”. Por el contrario, en el caso de Maria José, vecina de Valencia , a su hijo lo rechazaron de un colegio católico concertado de la ciudad “por no estar bautizado y porque su padre era árabe”. Se declaran muy satisfechas con las clases actuales porque los profesores explican bien y los niños, dependiendo del nivel que lleven, van cogiendo práctica. En su caso su hijo necesita el idioma para entenderse con la familia del padre y además considera importante que aprenda sobre su cultura y un poco de su religión.
Respecto a las oportunidades de escuchar o usar el idioma en su vida cotidiana se resignan a las emisiones por satélite de las televisiones de Al Jazeera, Marruecos y Argelia, o en todo caso a los viajes en vacaciones para ver a sus abuelos y familia. Finalmente se congratulan del nivel de aceptación de los amigos y compañeros de sus hijos respecto a la asistencia a las clases. “De hecho, mi hijo juega al fútbol y cuando tiene partido los entrenadores y sus compañeros aceptan que a lo mejor Asden tenga que irse antes de finalizar para ir a estudiar”, nos declara María José.
Cuando el timbre resuena entramos a las aulas con los alumnos. No se produce el rito de la oración a pesar de la extensa jornada matinal, porque los creyentes prefieren la intimidad de su mezquita cercana. Algunas maestras que rellenan pizarras de grafías para nosotros inninteligibles, nos permiten tomar fotos con sus mejores sonrisas. En las mismas clases, cedidas voluntariamente por profesores del colegio público Miguel Hernández, se dan también clases de religión católica de acuerdo a los concordatos del Estado con el Vaticano que han permitido priorizar a la iglesia de esta confesión respecto a otras durante muchos años. Carteles por la paz y la convivencia decoran las paredes de estas clases habilitadas para la acogida de esta experiencia singular que cada año atrae a un número mayor de niños y adultos.