El uso de los medios de comunicación en la educación intercultural
ANDREA GARCÍA*
La televisión, la radio, el cine, son algunos de los medios de comunicación que están presentes en nuestras vidas. En ellos encontramos modos de representar el mundo, referentes que se incorporan a la percepción de lo que nos rodea. En la escuela aprendemos a crecer siendo conscientes de dónde estamos, a comprender nuestro entorno, cuál es nuestra historia, cómo entender un libro, cómo es nuestro cuerpo, con qué seres vivos compartimos el planeta… y sin embargo no es frecuente que sea éste un espacio en el que nos formemos sobre cómo leer los medios de comunicación, cómo comprender su lenguaje específico, manejarlos de manera crítica, y de forma activa.
La enseñanza sobre los medios de comunicación se ha denominado “alfabetización audiovisual”. Esto incluye el ofrecer elementos al alumnado para el análisis crítico de los mensajes audiovisuales. Y también la capacitación en la creación y producción de mensajes, la expresión a través de herramientas cada vez más accesibles.
El uso de los medios en las aulas contribuye al debate, al intercambio, a la comunicación, y a un tipo de enseñanza que va más allá de la educación intercultural. Así lo considera Therese Quinn, profesora en el Art Institute de Chicago y autora de diversos libros sobre educación y justicia social: “Nos estamos trasladando hacia una educación que trabaje sobre el poder y los privilegios”, explica, una educación que incluya a diversos grupos sociales, además de distintas culturas. Entre las formas para denominar este planteamiento educativo se habla de “Social Justice Education” (una educación por la justicia social), también “Norm Critical Education” (una educación crítica hacia lo normativo), y de “Anti-Oppressive Education”
(“educación anti-opresiva”), teorizado principalmente por el profesor Kevin K. Kumashiro. En la definición de esta última, Kumashiro plantea que “la calidad de la educación no puede mejorar a menos que nos comprometamos a cuestionar el racismo, clasismo, sexismo, y otras formas de opresión que impregnan nuestras escuelas y sociedades”.
Beyondmedia Education (cuya entrevista a dos de sus integrantes es parte de este artículo) es una organización en cuyo nombre se encuentra su propuesta: su trabajo va “más allá de los medios de comunicación”. Utilizan distintos medios, entre los que incluyen video, audio, fotografía, representaciones, para un fin más amplio que la enseñanza sobre su uso: “utilizamos los medios para conseguir un objetivo mayor, que es
la justicia social”.
Medios para el encuentro
La organización “Street Level” realiza talleres de formación dirigidos a infancia y adolescencia dentro y fuera de las escuelas de Chicago, utilizando video y audio. Para Steve Evans, Coordinador de Programas, “el uso de la tecnología sirve para la expresión del propio alumnado, poner en común su cultura, interactuar en el aula, compartir su propio lenguaje”. También da importancia a la parte física de las dinámicas de los talleres: “Es como parte de un juego, al alumnado le permite moverse, no estar todo el tiempo sentados en una silla”.
Una de las educadoras en estos talleres es Amanda Gutiérrez, video artista cuyo trabajo se enfoca principalmente sobre memoria e identidad cultural. En la formación sobre producción de video con adolescentes, Amanda inicia las primeras clases ahondando en la mirada crítica sobre los mensajes audiovisuales: “Vemos cómo la televisión controla sus deseos, cómo se visten, a qué aspiran. Y después exploramos cómo podríamos crear nuestros propios programas.” En la parte creativa, los diversos grupos con los que ha trabajado plantean sus inquietudes, y a partir de ello elaboran las propuestas. Uno de los grupos planteó la realización de vídeos musicales: “les propuse que antes analizáramos los contenidos de los videos; trabajamos sobre la representación de las mujeres en ellos, y también sobre la economía que sostiene esa música, sobre las marcas que fabrican grupos musicales como productos de consumo”, explica.
Otro modo es la creación documental. La realización de entrevistas es una manera en que el alumnado se encuentra
con otros estudiantes y puede comprender las diversas realidades que comparten la misma ciudad. En Chicago, la segregación espacial es muy fuerte, y muchos barrios se dividen por procedencias culturales. “En uno de los grupos, el 97 por ciento del alumnado era afro-americano. Para mí era muy importante que conocieran a otros adolescentes. Les planteé la salida a otra escuela donde el cien por cien de quienes estudian ahí son de procedencia latina”, comenta Amanda. En esa escuela, realizaron entrevistas acerca de la situación de la educación pública: “se daban cuenta de que tenían muchas cosas en común, también de que eran muy diferentes, pero que todos estaban en una situación de deficiencia.”
El encuentro no es sólo entre estudiantes. También la figura de la educadora es importante. Para trabajar los prejuicios raciales, la figura de Amanda era significativa: “No estaban acostumbrados a respetar una figura de autoridad femenina, y latina; yo tampoco entendía al inicio sus códigos, pero me los fueron explicando”. Cuando hablaban de las preconcepciones hacia las personas mexicanas, Amanda les preguntaba qué pensaban de ella y les explicaba su situación en Estados Unidos, exponiendo su experiencia. Ella se insertaba así en el proceso de entendimiento y apertura a diversas situaciones y bagajes culturales y sociales.
Memoria e historia personal
El proceso de preparación del material audiovisual es importante en sí mismo, tanto para reflexionar sobre el lenguaje específico audiovisual como sobre los conceptos que el alumnado quiere tratar y las experiencias propias de las y los estudiantes: “Analizar su propia subjetividad dentro del tema es fundamental”, remarca Amanda. Para dinamizar el debate en el aula ella se sirve de la proyección de películas, o muestra piezas artísticas y
a partir de ello el alumnado reflexiona sobre su propia historia.
En estos talleres Amanda Gutiérrez también incorpora la narrativa de ficción. En uno de los grupos de estudiantes con familias provenientes de México, se plantearon explicar a través del vídeo cómo sus padres y madres cruzaron la frontera. Realizaron las entrevistas a sus parientes y después crearon una narrativa de ficción basado en ellas, con lo que obtuvieron un tipo de material audiovisual diferente, al mismo tiempo que
protegían la seguridad de sus familias.
En su proyecto de video personal, Amanda trabaja con migrantes llegados a una ciudad industrializada, a la Ciudad de México: “Ahí también lo que más me interesa es su proceso de memoria, el mismo que trabajo con mis estudiantes”. Para ello utiliza formas narrativas previas a la entrevista, les pide que dibujen las casas en las que han vivido y escriban un ensayo sobre su desplazamiento: “La entrevista te puede dar mucha información, pero el dibujo y sus propias descripciones es un proceso narrativo que tiene mucha más poética y profundiza más en su subjetividad sobre el desplazamiento”. Y de nuevo conecta con su propia experiencia: “Este proyecto comenzó porque siempre que regreso de México a Chicago me la paso viendo imágenes de mis casas en México, y tengo muchas memorias. En los sueños los distintos lugares se me mezclan. Creo que todos los migrantes así somos, una configuración de dos realidades de la que es imposible desprenderse”.
Sensibilización y acción
Otras iniciativas que trabajan la alfabetización audiovisual han llegado al análisis de los medios a partir de profundizar en un tema concreto que les
preocupaba. Es el caso de “Females United for Action” (“Mujeres unidas para la acción”), un grupo formado por chicas de entre 12 y 19 años, que se unieron para encontrar soluciones a la violencia que encontraban en sus barrios y que les afectaba como mujeres. Querían conocer cómo otras chicas de distintas culturas afrontaban este tema y se juntaron a escucharse, a compartir y analizar. En ese proceso vieron que los medios de comunicación se situaban entre las causas principales de la violencia, y también de otros temas que estaban debatiendo como la imagen corporal o las relaciones entre sexos. Enfocaron entonces su reflexión sobre cómo las mujeres son reflejadas en los medios de comunicación y cómo esas imágenes están ligadas a la explotación y violencia contra las mujeres.
Como parte de este análisis les alarmó una publicidad que estaba en las calles de todo Chicago especialmente insultante por el tratamiento del cuerpo de las mujeres. Se movilizaron de tal modo que consiguieron que la empresa anunciante retirara el cartel. Continuaron su trabajo pasando de la reflexión a la sensibilización a través de talleres en escuelas y organizaciones juveniles. En estos talleres trabajan sobre el análisis de los medios de comunicación como corporaciones económicas, cuestionan la representación de género y sexualidad, los estereotipos y la violencia, y promueven la creación de representaciones audiovisuales positivas sobre mujeres y hombres.
Aprender a leer y a expresarse
El uso de las tecnologías no es exclusivo para la gente joven, un prejuicio este que conlleva que personas de otras edades no vean accesible el uso de estas herramientas. Por ello hay proyectos desarrollados también en escuelas dirigidos a mujeres y hombres adultos. La universidad Columbia College de Chicago convoca talleres con familias, en los que trabajan diversas organizaciones. Asistí con Amanda Gutiérrez a uno de ellos, en el que durante tres sesiones cada familia hacía un pequeño video sobre alguna de sus memorias familiares. La mayoría de las participantes eran madres con sus hijas e hijos. En la primera sesión se familiarizaban con los elementos básicos del lenguaje audiovisual (tipos de planos, qué expresa cada encuadre), después planeaban cómo querían hacer la pieza de vídeo dibujando el “storyboard” (la historia dibujada), para finalmente interpretar y grabar la narración.
Una de las alumnas había tenido clases de realización de vídeo en esa misma escuela de primaria durante dos cursos, a través de “AIM Project”,
proyecto de integración de las artes en la educación del Columbia College. Para ella, esa experiencia había sido un modo de “aprender a leer”: así consideraba esta alumna la capacidad adquirida para situar la imagen en el marco de la cámara, plantear ese encuadre, y colocar una imagen tras otra. Su madre me comentaba que lo principal no era que se hiciera profesional del vídeo, sino tener esa capacidad de poder expresarse con la cámara. Ese es uno de los planteamientos de “AIM Project”: “Lo importante no es que cada estudiante llegue a ser un artista profesional, sino que confíe en su capacidad de reflexión, de sentir, de comunicar, de aportar y expresarse en cualquiera que sea el rol que elijan desarrollar en su vidas”, explica Amanda Leigh Lichtenstein en el libro “AIMprint. New relationships in the arts and learning” (“AIMpublicado. Nuevas relaciones en las artes y el aprendizaje.”)
Este proyecto se desarrolla principalmente en escuelas medias (con estudiantes de entre 11 y 14 años), cursos en los que el alumnado “está lidiando con asuntos como autoridad, autonomía, identidad y realización personal; están hambrientos de desarrollar su propia voz y perspectivas”, explica el libro citado, en el que se expone teóricamente la práctica de artistas, profesorado, personal de las escuelas que se involucran en el “AIM Project”. Al reflexionar sobre el aprendizaje del alumnado se afirma que “La integración de lo artístico en el aula reta a los y las estudiantes a que expongan sus curiosidades, dudas y preguntas y que muestren su aprendizaje al grupo”. Y se añade que este modo de involucrar el arte, la expresión, los distintos medios de comunicación en la enseñanza “fomenta la aceptación de múltiples perspectivas y ensalza la diversidad de experiencias culturales”.