Los olvidados de la República francesa
Mientras Francia digiere el drama terrorista, los primeros análisis relacionan a sus autores con el derrumbe de los valores republicanos en las maltratadas periferias urbanas de un país que hoy se busca a sí mismo.
Tanto Amédy Coulibaly como los hermanos Kouachi eran franceses. El pasado martes, el primer ministro galo, Manuel Valls, advertía de la existencia de auténticos «apartheids territoriales, sociales y étnicos», al tiempo que, en una referencia significativa, evocaba las revueltas de 2005.
Aquel aullido de rabia, que incendió los distritos más humildes -de mayoría musulmana y asolados por el desempleo y la miseria-, seguramente anunció «el conflicto que los recientes sucesos ponen de manifiesto», concluía Valls.
Apenas a una quincena de kilómetros de la sede del Gobierno, en la barriada parisiense de Clichy-sous-Bois, el colectivo vecinal Aclefeu corrobora las intuiciones del jefe del Gobierno en un despacho presidido por un facsímil raído de la Declaración de los Derechos Humanos.
Tras un biombo, en una suerte de memorial, los retratos en blanco y negro de dos adolescentes.
La muerte de Bouna Traoré y Zyed Benna en el curso de un opaco operativo policial en 2005 convirtió Clichy en el epicentro de la ira del llamado «cinturón rojo parisiense», una oleada de disturbios en la que alrededor de 45.000 vehículos fueron incendiados.
Con tasas de paro dos veces superiores a la media nacional, los cerca de 30.000 vecinos que habitan las castigadas aceras de esta colmena de cemento al noreste de París están cansados de tropezar con equipos de televisión husmeando en sus buzones.
«Para ser periodista hay que hablar mucho», sentencia Nadia, una estudiante de secundaria que falta a las clases para echar una mano en la secretaría del colectivo. «Y a veces -prosigue-, cuando se habla tanto, uno acaba olvidando la verdad».
Fuente: La Información