La cara oculta del trabajo de los profesores
La labor que cumplen los profesores en la educación de los jóvenes no siempre tiene el reconocimiento que se merece. Muchas veces se cree que el trabajo de los docentes tan solo consiste en llegar a las aulas e impartir los conocimientos que a su materia se refieren. Pero hay más.
El desarrollo particular y cultural de sus alumnos es una competencia transversal que numerosos maestros aplican a diario en las clases, ya sean de Música, de Educación Física o de Historia, en una búsqueda por encontrar el equilibrio entre el crecimiento académico y el personal.
Para Mireia Seró, profesora de matemáticas en un instituto público de Lérida desde hace ocho años, lo que marca la diferencia entre su profesión y otras tantas es «la capacidad que poseemos para ayudar a todos y cada uno de nuestros alumnos a desarrollarse a nivel personal». Una labor «apasionante y motivadora» que ayuda a los jóvenes, sobre todo a los adolescentes, a ser «más positivos, a prestar más atención a los estímulos exteriores –dentro y fuera del aula–, y a incentivar una buena actitud hacia el trabajo».
Una realidad que no siempre se reconoce pero que requiere «una actitud continua del profesor». Y es esta, para Seró, la cara oculta del trabajo de los docentes, ya que «una mirada de confianza, un buen consejo, una charla en el pasillo o una opinión» pueden ayudar a impulsar la personalidad de los jóvenes y enseñarles a afrontar lo que más tarde les tocará vivir.
De esta forma, cada profesor tiene en la materia del desarrollo personal de sus alumnos una «marca personal». Por eso, Seró destaca que «cada vez son más aquellos que se forman en ámbitos como la inteligencia emocional, el ‘coaching’ educativo o el mindfulness«, entre otros, para ser un apoyo más fuerte para los jóvenes.
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