El maestro ignorante: el que quiere puede
“Hace falta una educación que enseñe sin querer enseñar”, afirmaba recientemente en una entrevista el escritor italiano Claudio Magris. “La educación sería más fácil si no creyera estar llena de respuestas… La educación no debe consistir tanto en llenarnos de certezas como en orientar y alimentar nuestras búsquedas. Nada debería ser definitivo, todo debería estar en discusión”, sostiene, por su parte, el colombiano William Ospina en su colección de ensayos “La lámpara mágica”.
Los dos nos recuerdan inmediatamente al pedagogo francés Jacques Jacotot y su método de la Enseñanza Universal. La frase de Magris nos trae a la memoria el “se puede enseñar lo que no se sabe”, recordándonos la experiencia de este maestro francés exiliado que enseñó a sus alumnos sin explicarles nada y que les mostró su capacidad de aprender por sí mismos. Y lo hizo, tan solo, invitándoles a usar su inteligencia, “alimentando sus búsquedas”, como señala Ospina. Sin necesidad de explicaciones, ni de respuestas, ni de certezas.
Podríamos reescribir a Magris y a Ospina diciendo que un maestro no tiene que ser necesariamente alguien que sabe, sino alguien que quiere que sus alumnos aprendan e insistir, como dejó escrito Cesare Pavese en el Oficio de vivir, en que las lecciones no se dan, se toman.
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