Mujeres indígenas, violencia e interculturalidad
Como antecedente de la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia en Bolivia, el 2011 se hizo un plan de lucha contra la violencia sobre las mujeres indígenas, esto era un avance del Viceministerio de Igualdad de Oportunidades; paralelamente, se tenía el proyecto de Ley Integral para las Mujeres, que se entregó al Vicepresidente, pero no se le dio la debida importancia.
A partir de los últimos sucesos (feminicidio de la periodista Hanalí Huaycho) es que se le da visibilidad a esta problemática en la Asamblea Legislativa para la aprobación de dicha ley. Respecto a que si esta ley da beneficios o no a las mujeres indígenas, no quisiera dar una connotación negativa porque creo que la promulgación en sí de esta norma ya es un gran avance, sin embargo, es posible que no se la cumpla a cabalidad, por múltiples factores.
Por ejemplo, cuando se dice “tomar en cuenta la cultura y orígenes de las mujeres para adoptar implementar y aplicar mecanismos apropiados para resguardar sus derechos”, en este artículo la observación es que en las culturas diversas (Chaco, Amazonía, Altiplano y Valles) la relación varón-mujer igualmente está estructurada desde una visión patriarcal, entonces, ¿cómo se va a proteger a las mujeres si, precisamente las culturas en sí, con diferentes particularidades, son machistas?
Por otro lado, debería haber una efectiva coordinación y protección entre la justicia indígena y la justicia ordinaria; en algunos casos sí se da, pero cuando se llega a extremos se puede afirmar que aún hay un vacío de entendimiento entre ambas jurisdicciones.
El ámbito cultural
A la hora de analizar el aspecto cultural hay que ser bastante sutiles, porque la concepción de los varones hacia las mujeres se da en sentido de propiedad, como un objeto, en otras palabras, cosificándolas. Esta forma de relacionamiento, lamentablemente, esta institucionalizada a través de los mitos y las religiones en distintas culturas. Obviamente los pueblos originarios no se salvan de este mal.
Por otro lado, la mayor parte de las autoridades originarias son hombres; es cierto que hay municipios en los que se está dando cada vez mayor participación de mujeres, sin embargo, esto no es garantía como para que las mujeres puedan incluir en la visión de las autoridades la necesidad de que exista mayor protección hacia las mujeres, porque la concepción de propiedad (de la mujer respecto al varón) está naturalizada y, sensiblemente, estas prácticas culturales machistas son replicadas por las mismas mujeres al interior de sus familias.
Por ejemplo, entre los quechuas es natural el ejercicio de violencia en la pareja, se considera una forma de expresar sentimientos, “nos amaremos, nos pegaremos…”, por eso pienso que no podemos ver la cultura como algo puro a la hora de hablar del tema intercultural; también deberíamos analizar la idiosincrasia de nuestros pueblos, que se refiere a la forma de ver, vivir y sentir en lo cotidiano, sus raíces propias, asimismo, con el colonialismo se instituye una nueva forma de ser.
En nuestra población, tanto en hombres como en mujeres se naturaliza esa costumbre de ver a las mujeres como propiedad del varón, no sólo en cuanto a sus cuerpos, sino en cuanto a su identidad y espíritu, en síntesis, en cuanto a todo su ser. Por lo tanto, este problema va mucho más allá de lo cultural, por eso hacemos hincapié no sólo en la cultura, sino en la idiosincrasia de nuestra población.
Delito y conciencia
Cuando hablamos de feminicidio hay que hacer la diferenciación de que no se trata solamente de asesinato a mujeres; al hablar de este delito estamos hablando de una relación con connotación sexual y/o sentimental en la que se da por sentada esta relación de propiedad del varón, no sólo respecto a su cuerpo, sino al ser integral de la mujer (incluyendo niñas y niños), se trata de una consumación de la dominación, el uso y abuso del poder que pasa por lo ideológico, por la naturalización, totalmente instituido en los mitos y la religiosidad de nuestras culturas.
Se podría decir que se convierte en un acto ritual. Es una relación extrema de desigualdad entre victimador y víctima. En este sentido, y de acuerdo a la opinión expresada por la diputada Rebeca Delgado, un artículo crítico de la nueva ley promulgada es el referido a la posibilidad de conciliación. ¿Cómo se puede pensar en una conciliación entre víctima y victimador? Esta es una paradoja.
Así, a la hora de proteger a las mujeres, aparte de deconstruir estos patrones culturales naturalizados, también se debe deconstruir en las propias mujeres este sentido de posesión-pertenencia.
No es fácil, pero si las mujeres no toman conciencia de su propia situación de propiedad frente al varón, sobre todo en lo simbólico, es muy difícil que haya una deconstrucción y, por tanto, prevención, que debe empezar por las propias mujeres. Si las mujeres seguimos reproduciendo esta concepción de pertenencia al varón y a la familia (en la educación, en las iglesias, en los juzgados, etc.) la situación de desigualdad y de violencia que sufre la mujer poco o nada va a cambiar sólo por el pronunciamiento de una ley.
Acciones
El Plan de Lucha Contra la Violencia con Incidencia en las Mujeres Indígenas pone especial énfasis en la prevención, porque, como se sabe, varios gobiernos han trabajado el tema de la atención con los slim (Servicios Legales Integrales Municipales), las Brigadas de Protección a la Familia, Defensorías de la Mujer, etc. Parecería que se debe llegar al asesinato o feminicidio para la denuncia, pero vemos que cuando se da el aviso de maltrato, prácticamente las instancias llamadas a brindar protección no hacen caso.
En este plan se proponía hacer mucho énfasis en la prevención, en lo cotidiano, desde deconstruir letras de canciones nacionales en las que se sigue reproduciendo aspectos culturales machistas, denigrando a las mujeres, eso, tristemente, seguimos viendo como cultura, pero como una cultura folclórica, entonces la educación despatriarcalizadora debe empezar desde la casa, la comunidad, el barrio, la escuela, etc.
Por tanto, no es suficiente una ley, hay que trabajar en políticas públicas, en construcción, recuperación, resignificación y formación de nuevos códigos morales acordes al respeto de los derechos humanos, al margen de las diferentes culturas. Esta tarea es día a día.
Se ha hecho varios intentos de difusión de derechos, de información, pero se debería implementar una buena práctica que se cumple en Perú, en las famosas rondas nocturnas en las comunidades, donde los vecinos son quienes realizan el control social, si algo sale del orden establecido todos los vecinos o comunarios denuncian, pero si en las instancias pertinentes, como la policía o los slim no van a hacerles caso, puede que se llegue a que las comunidades hagan justicia por propia mano. Entonces, reitero, debe haber una coordinación entre la comunidad (incluyendo su sistema de justicia) y las instancias estatales.
La comunidad
Otro factor importantísimo es la inversión de más recursos económicos para trabajar en prevención y en la propia atención y no tener que llegar a conocer situaciones extremas como el feminicidio.
Deberían existir personeros de la propia comunidad o barrio para atender constantemente estos asuntos, ellos o ellas mismas ser los facilitadores, ser parte de la justicia indígena en las comunidades y trabajar en coordinación con la justicia ordinaria, pues muchas de estas comunidades son tan alejadas de los centros urbanos que se siente fuertemente la ausencia de Estado.
Como señalamos anteriormente, las instancias del Estado tendrían que ser parte de las autoridades de la comunidad o, por lo menos, coordinar estrechamente con ellas, pero, generalmente, en muchos casos estas autoridades ven como algo foráneo, algo ajeno, como una intromisión de las autoridades del Estado.
Se debería explicar que no se va a avasallar ningún derecho ni entrometerse en las particularidades propias de su cultura, se debería trabajar en una aceptación de la comunidad de la necesidad de una lucha conjunta para erradicar la violencia. En ello se debería invertir recursos.
Por otra parte, cuando estos personeros del Estado no están formados y concienciados de la importancia de luchar contra el sistema patriarcal y, por ende, contra la violencia de género, si no se tiene una conciencia de toda esta temática en una propia vivencia cotidiana (por ejemplo, la policía), ¿cómo es posible prevenir y sobre todo formar a las comunidades indígenas?
Por tanto, el Estado debería invertir en la formación de estos personeros. Una educación de lo simple a lo más complejo, una capacitación y, sobre todo, deconstrucción de estereotipos de los personeros en base a su propio entorno.
Estructura estatal
Analizando la estructura estatal vemos que no existe compromiso o voluntad política clara para dar solución a estos temas. Existe rechazo u omisión, no se reconoce que vivimos en una sociedad patriarcal, para el Estado sí es necesario descolonizar pero no se trabaja el tema de la despatriarcalización, ya que ellos y ellas mismas están inmersos en esta sociedad de ejercicio de poder patriarcal. El Estado, en esencia, ya es patriarcal.
Finalmente, la violencia de género no sólo es un tema del Estado, sino de toda la sociedad, no damos importancia a lo que puede ocasionar las desigualdades y las inequidades de género. Somos una sociedad bastante patriarcal y machista, es un tema cultural, ideológico y político, pero sobre todo de un uso y abuso de poder.
Hubo y hay mujeres muy valiosas que trabajan en el Estado, pero a la hora de defender las desigualdades que se generan muchas veces dentro del aparato estatal, no se hace mucho; eso demuestra que hay un ejercicio de poder de parte del varón al interior del propio Estado, acompañado de las propias mujeres que apoyan esta actitud y que se traduce, en última instancia, en el dominio de la ideología del partido político.
Las mujeres tenemos que ser valientes y honestas con nosotras mismas, preguntarnos hasta qué punto estamos reproduciendo este esquema patriarcal donde nos dejamos tratar como objetos. Muchas veces vivimos una relación de codependencia, no sólo respecto al varón, sino respecto a los hijos/as, pero en especial a los hijos varones, reproduciendo así el sistema patriarcal.
Deberíamos reconocernos como sujetas para hacer nuestra propia deconstrucción de estereotipos. Si bien el varón ejerce el dominio, las mujeres somos funcionales a este dominio al aceptar ser cosificadas. Si no nos valoramos va a ser difícil que se pueda hacer políticas y educar al respecto, ¿cómo educar en algo que no creemos?En este marco de falta de concienciación en la deconstrucción de patrones culturales, de prevención, de voluntad política y de recursos económicos, ¿a qué avances efectivos se podría llegar sólo con la promulgación de una ley?