Cornelia Funke cree que los niños no leen porque el colegio les agota
Casi cada año, la superventas Cornelia Funke (Dorsten, Alemania, 1958), visita la Feria del Libro de Madrid para “corresponder” a Siruela, que la edita en España “con un mimo y una delicadeza en las tapas y el papel que solo es comparable con Japón y Alemania”. En esta ocasión, presentó la cuarta entrega de su serie de fantasía Reckless, que en cada tomo repasa los cuentos de un lugar, en esta ocasión Rusia. Funke, que ha vendido 20 millones de libros infantiles y juveniles, no entiende que se trate de “narrar las historias como si fueran televisión, videojuegos o películas”. “Los vemos como competencia de los libros y no como hermanos. Debemos respetarlos”, apostilla.
Entiende que los niños se decanten de forma natural por lo audiovisual. “En algunos países, los menores tienen que trabajar y eso se denuncia. Pero, si calculamos las horas que los niños deben dedicar al colegio y a los deberes, también se puede calificar como trabajo. Están tan cansados que no pueden aguantar un libro; es un desafío. La imagen, en cambio, es algo que relaja más”.
“Los niños no tienen tiempo de jugar fuera. No conectan con la naturaleza. Para mí es el verdadero problema”, se lamenta la autora, quien alaba los programas de lectura estadounidense: “¡Los niños escriben ya poesía en la guardería! Es curioso, porque los americanos se creen que los europeos animan mejor a leer”.
Residente en Los Ángeles (EE UU), va a intercalar la escritura del siguiente tomo de Reckless con la conversión del cuento y la película El laberinto del fauno en una novela. Es un encargo de su autor, el cineasta Guillermo del Toro, con quien ya colaboró en 2010. Coescribieron un guion basado en un corto del español Rodrigo de Blaas, pero DreamWorks no lo ha rodado. “Es demasiado complejo para Hollywood”.
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