Profesora de la UPO aboga por «educadores valientes» para «cambiar el mundo»
La directora ejecutiva de la primera edición del Máster en Educación Emocional e Inteligencias Múltiples de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla, Alma Serra, ha manifestado que «necesitamos a personas y educadores valientes para cambiar la educación» y, por consiguiente, «cambiar el mundo», citando palabras del psiquiatra Claudio Naranjo.
Además, considera que existe «la imperiosa necesidad de cambiar la ortodoxa forma de enseñar por procesos adaptados a las actuales necesidades de las familias, de los niños y a un futuro cada día más dinámico, rápido y lleno de incertidumbres».
Según recuerda la UPO en una nota, el presente máster, que se realiza en modalidad presencial, tiene como objetivo «conocer, integrar y aplicar las bases de la educación emocional y la teoría de las inteligencias múltiples en los diferentes contextos educativos, así como desarrollar las competencias y habilidades necesarias para saber cómo implementar y acompañar un programa de educación emocional, entre otras necesidades».
A juicio de Serra, la principal aportación de la educación emocional es la «reducción del estrés en el alumnado, las familias y los docentes». Sin dicho estrés, aumenta la capacidad retentiva de los alumnos, su motivación y su atención, al ser capaces de escuchar de una forma activa y facilitar la comprensión de contenidos respetando su estructura cognitiva, al tiempo que se ayuda a los estudiantes para que vayan «desarrollando otras competencias». En síntesis, «sólo se aprende lo que se ama», ha señalado, aludiendo al reconocido pionero en Neuroeducación Rafael Mora.
La profesora considera que en la actualidad existen «tres grandes carencias emocionales» que se ponen de manifiesto en las aulas. Por un lado, la «cada vez menor capacidad de atención»; los problemas en la «autorregulación emocional»; y, en tercer lugar, la falta de motivación o curiosidad por aprender».
Alma Serra alerta de que un niño desmotivado y con una inmadura regulación de sus necesidades «está condenado a problemas de aprendizaje o de convivencia» si no hay un adulto que lo remedie a tiempo. Por ello, la educación emocional propone un «replanteamiento» de los principios, valores y pilares de una propuesta «obsolescente» que necesita cambiar para basarse en el respeto a los procesos emocionales de los niños, «facilitando la comprensión de contenidos y respetando la estructura cognitiva de los menores permanentemente en cambio».
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