“Escribir claro, hablar bien, decir no: eso hay que enseñar”
Victoria Marsick es una mujer menuda, determinada y comprometida con la mejora del otro. Criada en la Norteamérica profunda, entiende que la educación es un insuperable ascensor social. Me cuenta que de jovencita dejó al novio que tenía porque él decidió no seguir estudiando. Marsick es hoy codirectora del J.M. Huber Institute y directora del programa Organización y Liderazgo, en la Universidad de Columbia (Nueva York), experta en aprendizaje de adultos. La trae a Barcelona la Oak House School, cuyos mil alumnos siguen el currículo británico: Marsick es patrona de su fundación, a la que asesora para que su profesorado se forme en las más avanzadas prácticas educativas.
Profesora de profesores?
Enseño a enseñar: a profesores, líderes grupales, directivos de empresas, hospitales…
¿Qué tienen en común?
Son personas que tienen que enseñar algo a otras, sean alumnos, empleados, enfermeros… Y en cada caso se trata de enseñar del modo más eficaz.
¿Quién le enseñó a usted?
Mi padre era sindicalista en una fábrica de Cleveland. De niña, le ayudaba a hacer los carteles para movilizar a los obreros…
¿Y en la escuela?
Más me influyó mi madre, volcada en culturizarme: viajábamos juntas por las páginas del National Geographic.
Todos hemos tenido un profesor que nos ha marcado.
¿Cómo fue el suyo?
A los diez años, el profesor Sola.
¿Qué hacía?
Entraba en el aula y nos decía: “No quiero ver nada sobre los pupitres”.
Captaba así vuestra atención. Y despejabais los pupitres y le escuchabais, ¿verdad?
¡Y con expectación! Sabíamos que alguna historia iba a explicarnos…
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