Cómo no amargarse en la escuela
El último Premio Blanquerna Educación 2018 “Nuevas respuestas educativas” fue concedido a la Fundación Llindar “por sus propuestas inéditas, a menudo anónimas, que representan una contribución de nuevas oportunidades para niños y jóvenes.” La Fundación Llindar acoge a estudiantes que han vivido una experiencia escolar difícil con muchos problemas.
La Directora del Centro, Begoña Guasch, recibió el premio flanqueada por dos jóvenes a los que acogía con determinación en sus brazos, dejando claro que el premio era compartido. Estos jóvenes dijeron que Llindar no había sido para ellos un centro de “nueva” oportunidad sino “la” oportunidad de adquirir en sus vidas un coraje inédito y un deseo de saber.
Problemas escolares
Una colega cercana me contó que, al terminar Pedagogía en la Universidad, consiguió un puesto de profesora de lengua catalana e inglesa en una institución de formación profesional, donde descubrió a una mayoría de jóvenes sentados en aulas que odiaban, con pavor a ser rechazados. Me contó haber elogiado la participación en clase de un alumno que la miraba estupefacto: nunca antes un profesor le había dicho muy bien. Un joven alto entraba arrastrándose por las mañanas y se desplomaba, su cuerpo pegándose enrollado al pupitre, sin fuerzas. Respondía con monosílabos y casi no le salía la voz. No levantaba la cabeza.
Otro alumno, un poco más avispado, el primer día de dictado le susurró al oído: “quería avisarle señorita, usted siga dictando pero es inútil, hago seguro faltas de ortografía porque soy disléxico. Hace mucho que soy así y no se puede curar.” Otro alumno, pequeño y delgaducho, vestido con botas militares y chaqueta de cuero, el pelo rapado casi al cero, se dedicaba a pelearse con todos sus compañeros y también, de paso, a insultar a los profesores. Nadie le quería. Él se hacía el malo, el destructor, el asesino en serie, el nazi. Se convertía en tema principal de los claustros de profesores, obsesionados sin saber qué hacer. A la mínima observación sobre su comportamiento se ponía de pie encima del pupitre y empezaba a vociferar.
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