«Es la historia de un negro, descendiente de esclavos, que triunfa como príncipe blanco»
Su bisabuelo era un esclavo en la plantación Acosta, su padre, un camionero negro que empezó a trabajar a los nueve años y no tenía educación, y él, Carlos Acosta, es ya para la historia el primer bailarín negro que ha interpretado algunos de los papeles más legendarios del ballet –escritos originalmente para blancos– y lo ha hecho como estrella en el Royal Ballet de Londres. Y, a pesar de esta asombrosa escalada, hay algo todavía más fascinante en la historia de este cubano internacional, protagonista de Yuli, la nueva película de Icíar Bollaín, con la que Paul Laverty conquistó la Concha de Plata al Mejor Guion en San Sebastián.
Rodado en Madrid, Londres y Cuba, lo más sorprendente de este relato es que es “el de un hombre rompiendo estereotipos”. Yuli es una película que, más allá de la biografía, señala con precisión el racismo en la danza, que habla de la relación padre-hijo, del desarraigo “y del precio que se paga por estar fuera de casa”. Un filme donde “el biografiado está en la biografía” –una anomalía en el género– y en el que la cineasta experimenta con nuevas narrativas.
Es una historia, además, con mucha política, que muestra distintos momentos de la historia de Cuba, asfixiada por el boicot de EE.UU., con la crisis de los balseros, el clasismo imperante en la isla… “Es la historia de un negro, descendiente de esclavos, que triunfó interpretando al gran príncipe blanco, Romeo”. Un hombre que ahora ya nunca se olvida del día de su infancia en que su padre le llevó a la Plantación Acosta, donde su bisabuelo trabajó como esclavo, y le dijo, aunque no necesitó palabras: “Hijo, te va a costar mucho”.
Leer la entrevista en Público.