El feminismo imparable no adoctrina, transforma
En medio del mayor ataque que está sufriendo nuestra democracia por la retórica separatista y confrontativa de la ultraderecha, el feminismo sale y saldrá masivamente a la calle. No hemos necesitado que nos pusieran autobuses ni que nos repartieran banderas ni pancartas ya hechas y prefabricadas. Nuestros mensajes vienen de casa, se han coloreado en las asambleas y las plazas y se inspiran en el día a día donde vemos y vivimos el machismo y la violencia sexista que nos hemos hartado de aguantar. No hemos necesitado que viniera nadie a decirnos qué gritar ni, por supuesto, necesitamos que nadie nos diga qué votar. El feminismo no tiene dueños ni dueñas, no porque lo digan las derechas o las izquierdas sino porque el feminismo es libertad (acabado en D).
Nuestro mensaje es claro: vamos a seguir avanzando y nada ni (ningún don) nadie nos va a parar. Hemos salido a las calles por los derechos de las mujeres, no para frenar a la ultraderecha de Abascal. Eso, en todo caso, será un efecto colateral, pero no, no es nuestro objetivo principal. Esa no es nuestra la responsabilidad. Es un acto de cobardía y complicidad con el patriarcado señalarnos como el ejército de salvación que detendrá a la derecha de tres cabezas. Esa obligación la deben asumir las instituciones, partidos, organizaciones, organismos y medios de comunicación que dicen velar por la Constitución, la convivencia, la justicia y la paz social. Nos quieren meter en sus guerras y usarnos de trinchera, pero nosotras no estamos aquí para hacerles la guerra, pueden hacérsela ellos solitos. La nuestra es otra lucha y es pacífica, es feminista, antirracista, interseccional y de clase. Es una lucha de derechos humanos.
El viernes decenas de ciudades de España, centenares de miles de mujeres, y niñas, pero también muchísimos hombres y niños participaron, participamos, en las manifestaciones por el Día de la Mujer. Certificamos con nuestra presencia que el feminismo ni quiere ni entiende de violencia, supremacías o dominación, que el feminismo ni adoctrina ni discrimina, que el feminismo es participación y que no somos nosotras las que oprimimos sino las oprimidas. A quienes nos acusan de confrontar géneros y querer devastar hogares decirles que dejen de proyectarse y busquen un buen psicoanalista porque el feminismo va de vida, de cuidados, de derechos sexuales y reproductivos, va de transformación no de ‘muerte y destrucción’.
Son los (y las) Casado, Rivera y Abascales los que no están por la convivencia ni por la unidad de España. Lo que quieren es tirar los tres juntos del “extremo” de su cuerda para ver, si de esa manera, logran frenar lo que ya es imparable y es que movimientos sociales como el feminismo sí representan la democracia.
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