“La esencia de la educación es la complicidad”
Enrique Martínez Reguera (La Coruña, 84 años), filósofo, psicólogo, profesor, humanista, es desde hace años un referente esencial en España para quienes buscan construir otras formas de tratar con niños y adolescentes, tanto en la escuela reglada como en entornos marginales. Autor de más de treinta libros (Cachorros de nadie, La calle es de todos…), fue pionero en el establecimiento de hogares de acogida en Madrid en los años 70. Junto con otros trabajadores con similares inquietudes, fundó Escuela de Marginación y la asociación Coordinadora de Barrios, dedicada al acompañamiento de niños en riesgo de exclusión, cuyo éxito en Vallecas encontró resonancia en Murcia, Valencia, Asturias, País Vasco… De Escuela de Marginación también existe una red en toda España. Le gusta decir que “necesitamos recuperar el sentido común en estricto sentido: sentir la propia vida y ponerla en común con los demás”.
¿Se está educando bien?
La esencia de la educación es la complicidad: el adulto y el niño deben tener intereses comunes, porque si son divergentes los chavales inmediatamente generan mecanismos de defensa, y así es imposible que el mensaje llegue. Pero en las últimas décadas parece que las instituciones no creen en la educación; la están sustituyendo por el derecho, que es justo lo contrario.
¿Por ejemplo?
En el momento en que sacaron el Decreto de derechos y deberes de los alumnos, los profesores se fueron convirtiendo en meros instructores que controlan el aprendizaje y la disciplina, no en una prolongación de los hogares. Se ha complicado todo muchísimo.
¿Se quebró el objetivo por el bien común, entre los niños y la comunidad?
La educación trataría de humanizar. Ahora se les cosifica. Fíjate: han dejado de ser chavales para ser menores, que es un concepto estrictamente jurídico. Los menores en centros de acogida han dejado de ser niños y son plazas disponibles. Una plaza no tiene sentimientos ni biografía: es puro mercado; la ocupo, la utilizo… En los años 80 y 90, en Madrid y en todas partes, se nos dejaba muy claro que no atendíamos niños sino “plazas”. Eso es un claro intento de deshumanización del niño para convertirlo en una cosa rentable.
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