Aprendemos con… Carlos Giménez
CARLOS GIMÉNEZ ROMERO
Experto en mediación
Hablar de Mediación en España es hablar de Carlos Giménez. Es quien más sabe de este tema, ha sido pionero y es responsable de experiencias centradas en esta herramienta básica para la convivencia.
Es Profesor titular del Departamento de Antropología Social y Pensamiento Filosófico Español en la Universidad Autónoma de Madrid y Director del Programa «Migración y Multiculturalidad» en la misma Universidad.
Asimismo dirige el Servicio de Mediación Social Intercultural (SEMSI), impulsado desde 1997 por el Área de Servicios Sociales de Ayuntamiento de Madrid.
Ha dirigido investigaciones sobre la inmigración en diferentes comunidades autónomas y contextos municipales de recepción, predominado las temáticas de las condiciones de vida de los inmigrantes, la emergencia de las segundas generaciones, la nueva diversidad en las escuelas, los barrios multiculturales, la situación sociosanitaria y, en general, el proceso de integración social y las nuevas relaciones sociales e interétnicas. Sus últimas investigaciones han sido: un estudio sobre los menores no acompañados en España, el «Análisis y Diagnostico de la situación de la Colonia Colombiana en España» y «La Integración de los menores de origen extranjero de la Comunidad de Madrid. Necesidades, derechos y actuaciones» para el Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid, institución en la que ocupa el puesto de Consejero Técnico en materia de inmigración.
Ha sido consultor internacional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)en Guatemala en el Proyecto Q’anil «Interculturalidad, políticas publicas y desarrollo humano sostenible».
Es autor, coautor y editor de numerosos libros y artículos, como «Inmigrantes Extranjeros en la Comunidad de Madrid», «Guía de conceptos sobre migraciones, racismo e interculturalidad» (con Graciela Malgesini), «Antropología más allá de la academia», «Guía de interculturalidad»,y «Qué es la inmigración».
Charla con Luz Martínez Ten y Lola Pérez Carracedo
Cuando pensamos en mediación pensamos inmediatamente en conflicto pero una de los objetivos fundamentales de esta herramienta es la prevención
La mediación hay que ubicarla como instrumento para gestionar la conflictividad. Si el profesorado, si el alumnado se acostumbran a analizar o percibir el conflicto para que no llegue a manifestarse o en caso de que lo haga, sea de una manera regulada..
Cuando se logra el acuerdo de las partes estás previniendo, porque eso hace, o que no se separen más las partes, o que no se estigmatice, o bien hace que cuando salga el conflicto, salga la diferencia de posiciones, no quien es la parte buena o la parte mala. Ahí se está previniendo.
Por ejemplo en el conflicto entre la escuela y la familia de origen extranjero, cuando salgan conflictos manifiestos hay que tratarlos, analizarlos, y ver por qué se han producido, entonces lo que hay que hacer es orientar la labor del mediador, la sensibilización, orientarlas. La labor preventiva sería orientar la mediación a trabajar la incorporación de padres y de madres al AMPA, que se conozcan, que se incorporen al ciclo educativo.
Aparentemente no es una labor mediadora, es una labor de sensibilización, de dinamización, pero el mediador o mediadora sabe que lo que está es creando un vínculo entre personas de tal manera que cuando salgan los conflictos, ese conflicto está regulado
¿Y ese mediador o mediadora ha de ser una figura profesional o todos los protagonistas de la labor educativa han de tener sensibilidad e incluso formación para la mediación?
Incorporar sólo un profesional de la mediación en el ámbito escolar tiene la desventaja de que puede empobrecer al resto de los actores, que pueden delegar en el mediador para que arregle todos los conflictos. Por otro lado pensar que todo el mundo puede hacer mediación es descualificar la figura.
La clave es que haya una visión compartida, que haya un acuerdo en el marco escolar de que la mediación sea una tarea compartida por el equipo de mediación y por el conjunto del claustro, y además dejar determinados asuntos al profesional en co-mediación con otras personas que aprenderían para la mediación con alumnos, con padres…
Se debería hacer la labor de ir asumiendo actividades de mediación por el profesorado, pero no todo el mundo tiene el mismo talante, habría que identificar a quiénes, habría que hacer seminarios cortos de formación para que fueran asumiendo tareas de mediación y dejar los conflictos nuevos o especialmente complejos al mediador o mediadora y que poco a poco fuera delegando.
¿Cómo es la formación para enseñar a ser mediador, para que esas personas se despojen de juicios y de prejuicios?
Lo fundamental es que la persona debe conocerse y ponerse en práctica para ser muy sensible a los valores, normas o actitudes de los demás y por lo tanto a las suyas propias. Ese es uno de los rasgos más importantes de la mediación, y de los más bonitos.
En primer lugar hay que lograr que la persona que va a mediar asuma los principios de la mediación que son muy sencillos de decir, y como siempre pasa con los principios, complicadísimos de llevar a cabo. El más polémico, por poner un ejemplo, es la neutralidad, el valor que tiene ser ecuánime, ser imparcial, ser ponderado, ser equidistante…
En segundo lugar están los métodos. Hay diferentes aproximaciones a la mediación porque según de lo que estés tratando y de tus propias habilidades debes optar por uno o por otro. Parte de la formación pues va dirigida a que la persona mediadora conozca que hay diferentes estrategias: una cosa es mediar a lo Harvard, que es básicamente negociar, es una negociación asistida para llegar a un acuerdo, y otra mediar con la que trabajamos nosotros que es más transformativa de las relaciones, más orientada a que las personas se refuercen, se reconozcan… Hay otras muchas metodologías.
El tercer principio son las técnicas. Muchas son comunes a otros profesionales pero son muy intensas en mediación. Por ejemplo, la gran técnica: la escucha, la escucha inteligente, activa… común con la actividad de muchos profesionales, como los educadores. En mediación es decisivo saber escuchar, y saber enseñar a escuchar a las partes y a formular preguntas, sólo preguntando se arreglan muchas cosas.
En lo que sugerías de despojarse de prejuicios, nosotros formamos al mediador para que evite el juicio, que escuche a las partes, que le dé igual lo que piensen. Hay poca gente que pueda hacer eso. En mediación nos analizamos por dentro para que nuestra subjetividad no contamine el proceso y para que en el momento de la toma de acuerdos se sepa hacer sugerencias. Es lo que yo les digo a mis alumnos y alumnas, hay que hacer el vacío porque si tu no te vacías los demás no caben.
¿Dónde está la formación de los profesionales de la mediación?
Para ser mediador en el sentido amplio, en el caso de la Comunidad de Madrid hay unas ofertas universitarias de formación muy importantes, como el curso de Experto en Mediación en la Complutense que dirige la Profesora García Villaluenga. Es un curso genérico de mediación con énfasis en mediación familiar que trabaja también el ámbito escolar. Luego hay ofertas privadas de entidades que se dedican a la mediación en interculturalidad. Las dos más señalables son los cursos básicos y gratuitos de la Escuela de Mediadores Sociales para la Inmigración que gestiona la Comunidad de Madrid y la Especialidad de la Universidad Autónoma que es una titulación universitaria que vamos a estudiar si se realiza la homologación en términos europeos.
El gran vacío es que no hay una oferta de formación continua, seminarios sobre recursos específicos. En el caso de la escuela yo creo que faltan cursos cortos para problemáticas muy concretas. La gente necesita saber, por ejemplo, cómo abordar la conflictividad interna en el profesorado en el que se trabaje la escucha atenta, la no estigmatización…
Tu afirmas que con la mediación no hay ganadores ¿pero cuándo gana la mediación?
Esa es la grandeza, cuando un grupo o colectivos decide entrar en la mediación ya es una alegría porque supone que dos seres humanos le piden a otro que les ayude ante un problema. Eso significa: uno, voluntad de abordar el problema; dos, confianza en una persona tercera que les pueda ayudar; y tres, la constitución de un espacio de diálogo. Si eso dura una hora porque uno de las partes se levanta de la mesa sentimos que no hemos perdido nada, porque dos personas intentaron hablar, confiaron en otra…
Se consiga o no llegar a un acuerdo, el esfuerzo, el aprendizaje de haber abordado un problema, de haberse enfrentado a una falta de comunicación, a un conflicto, verdaderamente.
En mediación todos ganan incluido el proceso de mediación. Las partes ganan la experiencia, el escuchar al otro, hay un autoaoprendizaje.
En mediación es muy rara la palabra fracaso. Es imposible fracasar porque no se puede evaluar el éxito o el fracaso en función de si se resuelve o no el conflicto, que es lo fundamental.Aunque sólo se haya intentado prevenir eso es mucho para el mañana. No habrá cubierto todas las expectativas, dolerá no haber resuelto el problema, pero no se tiene sensación de fracaso.
Con respecto a la diversidad ¿por qué en nuestras sociedades asociamos diversidad a conflicto?
Por la desigualdad, porque las relaciones, los contextos cotidianos son muy diferentes en poder, en género, en riqueza, en prestigio… Cuando es así, la diversidad, que es muy positiva porque es parte de la riqueza del mundo, es vista, prejuiciada de tal forma que sirva a los intereses de una parte.
El caso más claro son los temas de género… se ha traspasado a la inmigración unas estrategias que el movimiento feminista logró desvelar: la tendencia machista de naturalizar la diferencia, explicar que la posición que ocupan las mujeres es así por sus características físicas . Hay que deconstruir esas realidades.
Igual pasa con la diferencia… «es que es un lío para un colegio que se hablen tantas lenguas», por supuesto que es un desafío pero convertir eso en un problema es una exageración intencionada, es querer ver al otro como problemático, como chivo expiatorio de las carencias del sistema educativo, será que no se ha trabajado en la escuela cómo utilizar el capital lingüístico a favor de la educación y por eso a la diferencia le adjudicas la culpa de algo que tiene el sistema.
El que la diversidad sea un conflicto es por causa de la dominación. Porque puede haber razones de tipo psicológico, el que otro sea distinto te hace sentir extraño, te sientes inseguro… pero eso tiene cierta relevancia, mientras el otro sea un desconocido. También hay razones de tipo culturales, el etnocentrismo… ante la diversidad, como tu sistema de valores es otro te pierdes.
La diversidad humana presenta retos pero es lo normal, lo regulable, el problema es cuando eso se presenta como una categoría general.
En el caso del género las razones culturales, los usos, generan conflictos ¿cómo resolverlos?
Hay que circunscribirlo en su justo término. En algunas culturas, algunas conductas, que algunas personas practican, provocan algunos conflictos. Convertir eso en todos los de todas las culturas tienen unos rasgos que siempre son conflictivos en todas partes y sólo ellos provocan esos conflictos. Efectivamente hay encuentros que suponen todo un reto, conflictos que son abordables. Como en el caso del uso del velo de las niñas árabes: de las miles y miles algunas quieren llevarlo, otras muchas no. De las que lo llevan en casi ningún lugar ha supuesto un conflicto.
Desde la mediación qué hacemos con la religión en la escuela: reconocimiento de las religiones, laicismo ¿cuál es la solución mejor?
Desde la mediación es un poco triste la respuesta ¡porque es tan banal!… los mediadores sólo podemos hablar, escuchar, negociar, pactar. El mediador no es la figura ideal, no es el líder social, no es el reformador educativo, no es el imam…
Ahora bien, un mediador, sobre todo un mediador intercultural, tiene que tener una teoría del cambio, tiene que trabajar con una hipótesis, tiene que poder dirigir un proceso y no condicionarlo ni dirigirlo.
En nuestro caso defendemos una teoría del cambio y poner el énfasis en los puntos en común. El mediador o mediadora ha de tener claro cuál es la función de la escuela en la sociedad, y desde mi punto de vista no es formar a las personas en la religión, es formarlas en el respeto, en la cualificación, en la ciudadanía, etc. Por lo tanto el reflejo de la religión en la escuela debería ser todo aquello que una, que vincule a los seres humanos, que dé orgullo de ser humano, porque todas las religiones prácticamente comparten los mismos valores, todo lo que permita que el niño y la niña respete a los creyentes y no creyentes.
Yo vengo denunciando el mal planteamiento de la asignatura de religión en la escuela porque así se iba a acabar teniendo que reconocer otras religiones. No consiste ahora en educar en el islam, eso es ir para atrás, porque tendríamos que educar en todas las confesiones religiosas de los niños que están presentes. Lo que tienen en común como el hecho sagrado, los valores, la religión como punto de unidad, las guerras religiosas y cómo evitarlas, es lo que debe estar en el marco escolar.
Muchas veces se confunde interculturalidad con la cultura estática y no dejamos que las identidades fluyan ¿quiénes somos en un mundo tan complejo? ¿qué pesa más: las raíces, el presente o el futuro? ¿cómo hay que educar a las personas para crear identidades sólidas?
Empezaría con una respuesta de sentido común ¿quiénes somos? Somos lo que queremos ser ¿nos van a dejar ser lo que queramos ser o no?
La escuela debería orientar la pedagogía a que los individuos tengan oportunidades de construir la identidad que consideren más adecuada. Por ejemplo va a haber niños de origen extranjero que se van a asimilar porque quieren ser españoles; otros no porque quieren reafirmar la identidad de sus familias.
Creo que la escuela, como creadora de oportunidades, debe permitir la construcción de identidades. Podría trabajar sobre un «universalismo prudencial», como lo denomina Javier de Lucas, o «democrático» como lo denomina Savater. No podemos esperar que ninguna identidad particular se conforme positiva y adecuadamente si no es sobre la base del respeto a los aspectos universales y comunes.
La escuela debe trabajar muy bien la diferencia teniendo muy en cuenta los comunes, los universales, la naturaleza humana. La maestra con sensibilidad intercultural no pedirá a Mohamed que hable de cómo se prepara el cous cous, debería hablar de la dieta humana, de lo diferente que es de la animal, de lo diversa que es según las culturas y que sean los alumnos desde su diversidad los que propongan qué se come en sus casas.
¿Pero sí hay que introducir las particularidades y la realidad de cada alumno del aula?
No hay duda de que hay que presentar la identidad y las particularidades de cada uno de los diferentes alumnos y alumnas del aula. La cuestión es ¿en qué contexto? Yo siempre lo haría en referencia a lo común, a lo universal, a lo unitivo, a la comunidad en su conjunto. Es más importante educar para diversidad que no sólo en la diversidad.
Tengo muchas dudas de esa práctica de celebrar en las escuelas los días de las patria, creo que no pasa por ser la necesidad identitaria de los niños, hay que reforzar la identidad doble, que se puede sumar.
¿Es posible incorporar en el currículo escolar esta diversidad, confluir su pasado y su presente, que tienen un proceso migratorio detrás…?
Yo si fuera profesor de Geografía, para incorporar la diversidad del alumnado, trataría de explicar que el ser humano es un ser adaptativo que el medio condiciona mucho y eso está en la esencia de cada cultura. Asumido el principio universal lo aplicaría a culturas externas al aula para que el alumnado tuviera la resonancia de que eso tiene algo que ver con mi madre, con mi padre y conmigo y seguro que sale de ellos mismos el comentarlo. No es cuestión de decir «somos muy distintos y procedemos de lugares distintos», ahí se te han descolgado varios alumnos que pensarán que provienen sus padres pero ellos no; si se sigue ese discurso de los lugares distintos no se puede utilizar a los alumnos magrebíes y decirles «vosotros estáis muy ligados al desierto», eso es una barbaridad porque por ejemplo en el Rif no hay desiertos…. así es imposible romper el estigma y colocar a cada uno con un referente constante. Hay que plantear lo universal, que todos vivimos en España, los que nacieron aquí y los que no.
Hay que buscar la diversidad inducida tras lo común, la diversidad enriqueciendo el proyecto común, no la diversidad en sí misma. Y más en un niño, que según su psicología son seres absolutamente convergentes, que tienen mucho mimetismo, mucho grupalismo, mucha agregación, no rompamos todo eso, hagamos que la distintividad refuerce la cosa colectiva porque vivimos en colectividad, porque vivimos en una sola tierra, porque queremos sentirnos ciudadanos del mundo.
Seguimos sin superar el relativismo cultural extremo, estamos convencidos de que el respeto al otro es el respeto a su absoluta especificidad.
Tu afirmas algo precioso y es que «Todos los niños son iguales, son muy parecidos a los de su grupo y cada niño es único en su especificidad»
Sí, a mí eso me ayuda mucho, intenta pensar con cada niño en una polífonía, en músicas que suenan simultáneamente: Primero Estás ante alguien que no es igual a nadie, absolutamente único, por lo que no generalices nada. Segundo, sin embargo es muy parecido a todos los que son de su barrio, de su etnia, de su religión Y en tercer lugar, tiene los mismos derechos universales que todo el mundo.
El universalismo, la agrupación y la individualidad, siempre presentes, siempre coexistentes, hay que tenerlo claro.
En mediación a veces se olvid la característica grupal y universal y sólo se ve a dos personas que tienen un problema. Otras veces se hace todo lo contrario, sacarles del enquistamiento y la antipatía personal y hacer ver que el ser cristiano o musulmán les está dividiendo. Hay que conectar el canal que sirva para unir, eso da una riqueza enorme.