¿Para qué sirven un profesor y un aula?
Políticos y expertos repiten con insistencia que la educación on-line (lo que hemos estado haciendo profesores y alumnos durante la cuarentena) «ha llegado para quedarse». ¿Qué querrán decir? ¿Qué jamás superaremos esta pandemia? No creo. ¿Qué hay que digitalizar la educación? Tampoco: los centros ya están más que informatizados (ordenadores por doquier, pizarras digitales, plataformas educativas…). ¿Entonces?
Da vértigo pensarlo. Pero sospecho que a algunos les encantaría que profesores y alumnos continuáramos enseñando y aprendiendo regularmente desde casa. Al menos parcialmente, para algunos niveles o materias. No va a pasar mañana, pero… ¿Se figuran cuántas aulas o centros podrían cerrarse? Calculen el dinero que recobraría el Estado liberando terrenos y dejando de pagar transportes, comedores, mantenimiento y, sobre todo, personal. ¿Se imaginan a cuántos alumnos se podría enseñar a la vez con unos buenos recursos digitales (vídeos, tutoriales interactivos, juegos…) y un profesor conectado en alguna parte para resolver dudas? ¿Cien, quinientos, mil?
Se impone el teletrabajo, el comercio por internet, la teleasistencia. ¿Por qué no también la educación telemática, al menos en la enseñanza pública («quien quiera presencialidad que lo pague», se diría por ahí)? Imaginen un día de clase en alguna nueva normalidad lejana: el alumno enciende su portátil y recibe, sucesivamente, un tutorial autoevaluable con la lección de matemáticas, un espectacular documental didáctico sobre historia, la sesión práctica de inglés (con chat abierto a hablantes nativos de todo el mundo) y, para acabar, un divertido videojuego para hacer ejercicio… La necesidad de dotar a los alumnos de equipos, conexión y otros materiales generaría, además, suculentos contratos para las empresas del sector y, en comparación con lo que cuesta la enseñanza presencial, no supondría más que calderilla presupuestaria para el Estado. Bien, ¿qué más hace falta? Al fin y al cabo, ¿para qué sirven un profesor o un aula, ahora que todo puede saberse apretando un botón desde cualquier lugar del mundo?
En un viejo artículo, Umberto Eco respondía hace años a la primera de estas preguntas. Frente al «todo está en internet» un profesor sirve –decía el humanista italiano– para enseñar a analizar, categorizar y valorar el torrente caótico de información que proporcionan medios y redes, para relacionar ideas, examinar supuestos, buscar causas últimas y, sobre todo, para dialogar argumentativamente con sus pupilos en torno a todo esto. De otro lado – añadiría yo – el profesor puede ser un referente personal y moral insustituible para sus alumnos (hagan memoria y verán como lo que más recuerdan de sus maestros es la forma de ser y estar que mostraban en clase).
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