Informe Petras: El diagnóstico que hace 20 años predijo la ruina de la juventud contemporánea
Desde hace un tiempo circulan en Internet alusiones a el “Informe Petras”, un estudio elaborado por el sociólogo estadounidense James Petras en 1995, luego de pasar medio año en Barcelona. Petras era entonces ya un científico social reconocido por su especialización en el dominio hispánico (especialmente América Latina) y sus estudios sobre la relación entre economía, política y bienestar social. Ahora es profesor emérito de la Universidad de Binghamton, en Nueva York.
De acuerdo con la información que circula en torno a dicho informe, el Centro Superior de Investigaciones Científicas del gobierno de España llamó a Petras para que elaborara una investigación general y sustentada sobre el efecto del proceso de modernización política y económica que se había iniciado en el país algunos años antes, para conocer asimismo las tendencias.
Recordemos brevemente que tras la muerte de Francisco Franco en 1975, la vuelta de la monarquía pero también la transición a un sistema democrático-liberal, España vivió un par de décadas convulsas, pues estos movimientos políticos estuvieron acompañados de una apertura casi total a las directrices económicas del neoliberalismo, con las salvedades del caso español. El “éxito” de esta modernización quedó simbolizado en la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona.
El panorama que encontró Petras fue, sin embargo, un tanto distante a esos relatos de abundancia y bienestar. Si bien al principio parecía que la realidad concordaba con las estadísticas del entonces promisorio gobierno socialista de Felipe González, conforme transcurrieron los días el sociólogo comenzó a ver que fuera del ámbito de la universidad, las bibliotecas y los intercambios con colegas, en la otra vida, las cosas parecían ser diferentes. En prácticamente todos los lugares que frecuentaba en sus actividades ajenas a la investigación –el gimnasio, el bar, el videoclub (era una época sin Netflix)– encontraba una constante: jóvenes en empleos de tiempo completo, sueldos apenas suficientes para cubrir las necesidades básicas de la vida cotidiana y, lo más notable, contratos temporales y carentes casi por completo de prestaciones sociales (dos de los elementos, estos últimos, que habían detonado la huelga general en 1988, el célebre 14-D).
Petras se dedicó entonces a observar más de cerca la realidad de a pie y encontró indicios del efecto de las políticas neoliberales –que, entonces, se estaban aplicando como dogmas en todos los países occidentales– en la sociedad española .
Entre los varios descubrimientos, Petras vio pronto uno de los fenómenos más preocupantes: el futuro parecía haber sido cancelado para los más jóvenes. Mientras que apenas en la generación anterior casi cualquiera podía tener un trabajo y a partir de éste tener una vida digna, en cierto sentido despreocupada incluso (pues la pensión aseguraba la tranquilidad en su vejez), las reformas del neoliberalismo habían despojado de esa perspectiva a los hijos de esas personas.
Los más jóvenes estaban ahora orillados a trabajar más y ganar menos, a la incertidumbre del despido, a la casi imposibilidad para ahorrar y a enfrentar por cuenta propia, privada, gastos que antes cubría la seguridad social.
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