Adriana Zehbrauskas, la fotógrafa que retrató la vida en uno de los barrios más conflictivos de México más allá del narcotráfico
México es, según la lista negra elaborada por la Federación Internacional de Periodistas (FIP), el país más peligroso del mundo para los periodistas. En 2019 fueron asesinados 10 profesionales y, como recoge Reporteros Sin Fronteras, este año la cifra ya asciende a siete a pesar de que no se trata del escenario de un conflicto armado, sino de uno en el que las autoridades, los políticos y el crimen organizado luchan por proteger su estatus a toda costa. Especialmente, si una información puede afectarles.
El país es un punto rojo en el mapa para ejercer la información de prensa, pero dentro de este existen zonas incluso más problemáticas. Una de ellas es Tepito, conocido como el «Barrio Bravo» de Ciudad de México. Es un lugar que tanto los taxistas como la policía evitan pisar porque, entre otras cosas, está vinculado a la venta ilegal de todo tipo: se puede comprar desde una bolsa de cocaína hasta un AK-47. En él los asaltos y la violencia son tan comunes que pasan desapercibidos, pero detrás de todo ello también existe otra realidad: la de una comunidad marginal que lucha por sobrevivir.
Ese microcosmos, alejado del sensacionalismo y de los titulares morbosos, es justo el que quiso documentar Adriana Zehbrauskas en una exposición que se puede ver hasta el 22 de noviembre en el Centro Internacional de Fotografía y Cine (EFTI) de Madrid. La fotógrafa brasileña estuvo durante años inmortalizando la vida en Tepito como si fuera una residente más del lugar, ganándose la confianza de familias a las que acompañaba mientras rendían culto a creencias tradicionales como la Santa Muerte. El proceso para pasar desapercibida con la cámara, sin embargo, no fue fácil.
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