La libertad de los rizos naturales: la rebelión silenciosa de Egipto
Hay un anuncio de televisión de la década de 1980 que algunos egipcios recuerdan bien: dos mujeres se enfrentan a un espejo, una con rizos gruesos y oscuros y la otra con una melena lisa y brillante.
“Tengo el pelo rizado”, dice la primera, con un gesto de puchero mientras lucha con un peine. “Me gustaría peinarlo bien para esta boda”.
“El pelo rizado no es un problema”, la tranquiliza la otra mujer. “Vamos, aún tenemos tiempo”.
Una vez aplicada la crema alisadora Glatt Schwarzkopf, la primera mujer aparece de nuevo frente al espejo, con el peine que se desliza con facilidad por su cabello alisado. “Mi cabello es precioso”, dice.
Durante décadas, muchas mujeres egipcias escucharon el mensaje y alisaron con diligencia sus rizos, mientras que los hombres los cortaban, con lo que suprimían su textura natural pues se consideraba desaliñada e impura.
Detrás de esas actitudes se esconden profundos prejuicios raciales y de clase de hace mucho tiempo. Si en Egipto se valoran los pasaportes, los productos y los estándares de belleza occidentales, lo contrario ocurre con todo lo que sea demasiado “baladi”, o “pueblerino”, como dicen los egipcios, o cualquier cosa que consideren que huele a africano subsahariano, como el pelo rizado natural.
Sin embargo, en los últimos años, los rizos han vuelto a surgir en Egipto, un recordatorio visible de los sutiles cambios en la sociedad que muchos jóvenes egipcios remontan a los embriagadores días de la revolución de 2011, cuando las protestas masivas derrocaron a un dictador. Aunque el gobierno ha reprimido la libertad de expresión en los últimos años, los jóvenes egipcios han rechazado algunas de las normas conservadoras del pasado, aunque solo sea en su apariencia física.
Dada la intensa presión ejercida sobre las jóvenes egipcias para apegarse a esos estándares —impuesta por los familiares, los amigos y la gente que susurra críticas en la calle—, el pelo rizado puede constituir una clase de desafío.
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