Cuando nadie había oído hablar de interculturalidad
En
los años 60, España era un país emigrante y la noción
de interculturalidad no había entrado en la agenda
pública. A contracorriente, la localidad leonesa de
Bembibre se encontró en aquella época con un alto
porcentaje de población procedente de Portugal, a
la que siguió población caboverdiana, y afgana más
tarde. Varios centros educativos, entre ellos el CP
Menéndez Pidal y el CP Santa Bárbara, se convirtieron
en catapulta desde donde despegaron varias propuestas
de integración y convivencia social. Sin apenas recursos
humanos y materiales, movidos por la intuición y el
entusiasmo, estos centros trataron de inventar respuestas
integradoras para el alumnado migrante. Ángel Ferrerio
es el antiguo director del CP Menéndez Pidal, que
ahora está jubilado pero se presta gustosamente a
ofrecernos el relato de esta experiencia que vivió
en primera persona.
RETRATO
DE BEMBIBRE EN LOS AÑOS 60 Y 70
A
partir de los `60, con el boom del carbón, vinieron
sobre todo muchos portugueses a Bembibre. Venían
de la zona de transosmontes, una zona muy miserable.
Pasaban casi furtivamente la frontera para venir
aquí, donde en las minas se encontraba trabajo
fácil. Después empezaron a llegar caboverdianos,
que era colonia de Portugal.
Posteriormente,
en los '80, llegaron paquistanís, que aún siguen
viviendo aquí. En general era una población
estacionaria, consideraban este pueblo como
un lugar de paso. El alcalde de aquí era minero
y se trajo a doce familias paquistanís a trabajar,
y también vietnamitas. Nos encontramos con una
serie de niños en el colegio que, de alguna
manera, rompían el ritmo de la clase y tuvimos
que afrontarlo.
Entonces,
no se había oído hablar de la interculturalidad,
nadie nos hacía caso, así que fue el claustro
quien dijo "hay que coger el toro por los cuernos"
y ver cómo lo afrontábamos. El comienzo fue
espontáneo porque lo necesitábamos. Hasta finales
de los '80 no llegaron los primeros apoyos externos.
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RETOS
Una
de las primeras causas por las que iniciamos este
proyecto fue el idioma. Estos niños desconocían el
español. Con los portugueses más o menos nos entendíamos,
pero con el resto no. Muchos niños venían con desfases
curriculares serios, algunos niños con 9 y 10 años
venían sin haber estado escolarizados.
También
estaba el conflicto de la integración. Algunos no
tenían papeles y no se atrevían a venir, no sabían
qué tenían que hacer para venir al colegio. Por otro
lado, en algunas clases llegamos a tener más del 40%
con alumnado migrante y teníamos miedo de que los
padres de los alumnos españoles rechazasen a los alumnos
nuevos y el colegio se convirtiera en un gueto. Aunque,
como esta población revitalizó la economía, no había
rechazo social, pero sí había distancias culturales.
RESPUESTAS
-
Diversidad lingüística y curricular. De alguna manera
había que restructurar la organización del centro
para integrar a esos niños. Hicimos que esa estructura
fuera abierta: algunos empezaban con clases por
debajo de su edad para aprender el idioma, de tal
forma que los mismos alumnos podían pasar por diferentes
aulas, propiciando una flexibilización de los grupos.
Se empezaron a realizar los apoyos y refuerzos educativos
que se consideraron oportunos. En cada ciclo, cuando
libraba algún profesor se dedicaba a intentar poner
al día, especialmente en el idioma, a estos alumnos.
Posteriormente (ya en los `90) se programó este
trabajo con actividades extraescolares y complementarias
que facilitaran la interculturalidad, a través de
un Plan de Compensatoria Externa. También trabajamos
en cómo facilitarles la matrícula y el acceso, dada
su condición de clandestinidad.
- Convivencia
e interculturalidad. Lo primero que nos planteamos
fue creer en la interculturalidad. Así que la incluimos
en el Proyecto Educativo del Centro como uno de
los principios educativos del mismo. [Quedó redactado
en los siguientes términos: "Utilizar la escuela
como medio de aproximación al entorno, fomentando
los valores ético-convivenciales y aceptando el
pluralismo ideológico, religioso y multicultural"].
Uno de los objetivos que planteó el claustro fue
trabajar las culturas desde los alumnos que teníamos
en las aulas. Había profesores que no querían saber
nada y por eso tratamos de mostrar la interculturalidad
como algo enriquecedor, aunque después buscábamos
un compromiso serio.
Se reforzaron las tutorías. Todas las semanas dedicábamos
una hora a las tutorías, para charlar con ellos,
trabajar las diferencias culturales, el respeto.
Incluíamos experiencias de sus países en las asignaturas.
También teníamos muchas reuniones de padres para
que se conociesen y se perdiese el miedo.
En el curso 86-87 tuvimos los primeros apoyos externos
con el programa de Lengua y Cultura Portuguesa,
cuyo objetivo era que los alumnos de habla portuguesa
no perdieran su lengua materna a la vez que el resto
de los alumnos valoraban otra lengua.
En el
curso 98-99 se puso en marcha una unidad de Compensatoria
Externa con el alumnado de Afganistán. Las visitas
a domicilio de la profesora de compensatoria, Yolanda
Busto, fueron muy importantes con esta comunidad.
Trabajaba con los alumnos primero en el colegio,
pero luego los visitaba a todos. Dedicaba horas
a estas visitas, y consiguió muchísimo: al principio,
las niñas no venían al colegio, al llegar a 4º de
primaria a muchas niñas las llevaban a Afganistán,
era muy chocante para ellos que estuvieran en clases
mixtas. Pero conseguimos que terminasen primaria,
que fuesen al instituto, que saliesen de casa las
mujeres solas, que las madres viniesen al colegio.
Las visitas a domicilio [y que la profesora de compensatoria
utilizara su lengua] fueron vitales para eso. También
lo fueron los intercambios interculturales, como
la exposición intercultural a mediados de los '90
que realizamos en el colegio. Ésta estaba dividida
en tres partes: ver, gustar y oír; podías encontrar
indumentaria de cada país, especias y comidas, instrumentos
musicales y músicas de todo tipo. Fue muy interesante
porque pasaron todos los niños de todas las aulas.
-
Formación intercentros.
Vimos que sólo con la escuela no se conseguía nada,
la interculturalidad tenía que salir de la escuela.
Se trató de implicar a toda la comunidad y se trabajaba
conjuntamente con todos los centros de Bembibre
en proyectos de formación intercentros de forma
espontánea. Los directores y jefes de estudios fijamos
algunos objetivos: profundizar en el conocimiento
de distintas culturas que teníamos en los centros;
promover la convivencia y el respeto entre ellos;
buscar puntos de contacto y encuentro. La metodología
fue práctica, activa, comprometida, a base de mesas
redondas con asociaciones de caboverdianos, portugueses,
paquistanís, donde se discutían problemáticas sociales,
escolares, etc.
Tuvimos convivencias, preparábamos unas comidas
que no te puedes imaginar. Nos ayudó muchísimo la
Asociación de Padres de Alumnos, que siempre funcionó
muy bien. En aquellos años, en el claustro había
representantes del AMPA, y en cada tutoría había
un padre que era representante del resto.
Actualmente la crisis de la minería en el Bierzo
ha dado al traste con todo este proceso migratorio.
Muchos migrantes están regresando a sus lugares
de origen o emigran de nuevo a otras regiones de
la geografía española en busca de mayor prosperidad.
Portugueses, caboverdianos y paquistanís están dejando
un hueco en nuestras aulas muy difícil de llenar.
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