COLEGIO LA PAZ. Albacete

"La educación es lo único que va a sacar a nuestro alumnado de la exclusión"

El Barrio de la Milagrosa tiene mala fama. Construido en los años 80 a las afueras de Albacete, alberga lo que se conoce como 'las 600 viviendas'. Muchas voces denuncian que el barrio se ha convertido en un gueto al estar aislado de la ciudad (a la que finalmente se unió cuando se construyó un centro comercial entre medias), disponer de pocos equipamientos y haberse convertido en un centro de venta de droga.

En el corazón de este barrio se ubicaba el Colegio San Juan. A comienzos de 2006 su situación era insostenible. Los problemas de convivencia habían generado un clima de enfrentamiento entre familias y profesorado, que denunciaba agresiones y amenazas. "Llegó un punto en el que o se cerraba el colegio, o se hacía un gran cambio", recuerda Rosa María Martínez, actual directora del centro. El ayuntamiento de Albacete y la Conserjería de Educación de Castilla La Mancha decidieron tomar cartas en el asunto e iniciar un nuevo proyecto educativo: una comunidad de aprendizaje.

Borrón y cuenta nueva. El primer paso consistió en reubicar a todo el profesorado en otros centros y convocar un proceso de selección de docentes a los que se exigía un proyecto educativo. La selección dio lugar a una nueva plantilla joven y muy motivada ("aquí no hay nadie permanente, todos estamos en comisión de servicios, lo que quiere decir que quieres estar, y en el momento en que te canses, te vas", aclara Martínez), que comenzó a poner en marcha la comunidad de aprendizaje.

"A finales de junio se hizo el cambio y a principios de julio todos, familiares, entidades, nuevo profesorado, Delegación y toda la gente que podía estar un poco implicada, hicimos un cursillo de una semana de sensibilización, para tener más conocimiento sobre comunidades de aprendizaje, empezar a abordar el trabajo y conocernos", explica Martínez. En la formación contaron con el asesoramiento del Centro de Investigación en Teorías y Prácticas Superadoras de Desigualdades (CREA) de la Universidad de Barcelona y con integrantes de otras comunidades de aprendizaje. Ahí comienza lo que se denomina la fase sueño del proceso. Inspirado en las palabras de Martin Luther King ("I have a dream"), este paso consiste en imaginar un nuevo tipo de escuela, en dar forma, por medio del diálogo y el consenso, a un proyecto ilusionante con el que todo el mundo se sienta comprometido.

Comienzos difíciles
A pesar de contar con el apoyo de las instituciones educativas y de asociaciones del barrio, los comienzos no fueron fáciles. Los nuevos docentes tenían que ganarse a una comunidad un tanto recelosa tras el enfrentamiento vivido. Martínez recuerda que "nos respetaban completamente pero estaban un poco expectantes, a ver qué van a hacer, que a la primera de cambio los echamos. Y los niños, que son mucho más sinceros, nos decían: 'Tú cuidado, a ver qué haces que si no te echamos como a los otros'. Porque para ellos había sido una guerra que habían ganado. Pero todo cambió porque teníamos un proceso de diálogo". "Aquí a quien viniera le sentabas, le dabas un café y te ponías a hablar con ellos. Y claro, ellos no están acostumbrados a que les traten así", reflexiona Martínez. "Empezamos con un trato igualitario, de personas, no de clases. Y claro, la situación poquito a poquito fue cambiando".

El proceso de refundación del centro comenzó por lo más básico: el propio edificio, que estaba muy deteriorado. "Pensamos: a esto hay que ponerle colores. Incluso llamamos a las familias y les preguntamos, ¿cómo queréis que pintemos el colegio? Las mismas clases escogieron: yo azul, yo lila, yo... Fue una época de mucho entusiasmo, y de mucho trabajo".

El siguiente pasó consistió en dotarse de unas normas comunes, consensuadas por todos y todas, tanto en cada clase como en todo el centro. "El primer año hicimos una constitución del colegio, haciéndola coincidir con el Día de la Constitución. Hicimos un folio en el que había tres casillas con unas normas. Todo el mundo participó, porque el que no lo hacía, salíamos y le decíamos, 'oye, no has visto las normas?'. 'Es que no sé escribir...'. 'Bueno, pues yo te lo escribo, o llévatelo a casa, te lo piensas y mañana lo escribimos'", cuenta Martínez. Así, en la fiesta de la Carta Magna española se presentó la constitución del centro, que cambió su nombre por el de Colegio La Paz.

Aprendizaje dialógico
A partir de ahí se comenzó a establecer un modo de funcionamiento para el centro, aplicando toda una serie de prácticas educativas basadas en el aprendizaje dialógico. Cada día comienza con una asamblea de clase en la que cada niño o niña cuenta cómo se encuentra y luego se organiza el día, estableciendo qué materias se van a tratar. Además, se realizan de vez en cuando asambleas de familiares y se cuenta con diferentes comisiones mixtas (familiares, asociaciones del barrio, docentes) que trabajan cuestiones como la convivencia del centro o el absentismo.

La enseñanza se realiza por medio del aprendizaje cooperativo, a través de metodologías como los grupos interactivos, en los que participan personas adultas. Martínez nos explica su funcionamiento: "Se presenta un contenido, nuevo o que se quiere reforzar. En un área, por ejemplo matemáticas, hay tres grupos. En uno resuelven problemas, en otro solucionan un puzzle matemático y en otro están con el ordenador. Esos grupos trabajan durante 15-20 minutos, y al cabo, esté como esté la tarea, se cambia y se pasa a otro trabajo. Eso acelera el aprendizaje, porque ellos, en esos 20 minutos, quieren que se trabaje, que se termine antes de que venga el cambio. En una sola sesión se trabaja casi prácticamente igual que en los otros cuatro días. Lo podemos hacer una vez a la semana porque se necesita en cada grupo un adulto que dinamice, controle el trabajo y la participación. Se trata de que todos colaboren en la resolución de la tarea puesta". De este modo, todo el alumnado colabora en la resolución de los problemas, sea cual sea su nivel curricular o su origen, tenga o no algún tipo de retraso o discapacidad.

Estas metodologías han permitido mejorar muchísimo el nivel curricular del alumnado en unos pocos años. En palabras de Martínez, "estamos contentísimos. En la memoria anual del centro concluimos que en 1º y en 2º tenemos un nivel completamente normalizado con cualquier colegio".

Otras de las medidas que establecieron fue la ampliación del horario escolar hasta por la tarde, y la realización de visitas periódicas a las familias del alumnado. Martínez señala que "vamos a la casa como mínimo tres veces para hablar con las familias; con los que vienen al centro no, pero hay gente que no puede venir. Entonces hablamos con ellos. Empezamos siempre diciendo lo positivo, y además no vamos siempre que algo va mal, a lo mejor vamos a ver a los de un niño que es buenísimo y ejemplar, que también los tenemos". Las visitas se complementan con un trabajo coordinado con servicios sociales y asociaciones del barrio, que organizan actividades de tiempo libre, lo que les permite realizar un seguimiento completo de los niños y las niñas del centro.

Los responsables del centro también optaron por ampliar el número de cursos que se ofertan incluyendo 1º, 2º y 3º de la ESO, para permitir que el alumnado permaneciese más tiempo en el colegio. La iniciativa surgió porque, como cuenta Martínez, "el primer año, los que tenían que empezar 1º de la ESO se fueron y ni uno solo está estudiando. Con lo cual dijimos: el año que viene, aquí tiene que haber 1º de la ESO, porque si no al final se pierden".

Este enorme esfuerzo de organización no hubiera sido posible sin la implicación de un profesorado muy motivado y, curiosamente, compuesto en sus inicios sólo por mujeres (ahora cuenta con dos maestros). Un factor que suscitó algunas reticencias, como comenta Martínez: "Había sectores y personas que nos decían: 'Vais a fracasar, porque sois todo mujeres y el barrio es un entorno completamente masculino en el que el hombre es el que lleva el mando, y no van a creer en vosotras'... Pues no ha sido para nada así, de hecho con los padres hablamos fenomenal".

Pensando en el futuro
Tras superar con éxito el periodo de cuatro años que se estableció como periodo de prueba, el proyecto del Colegio La Paz ha sido renovado por la Conserjería para otros cuatro años. Sus responsables ya tienen en marcha nuevos planes e iniciativas para los próximos años. Entre ellos está el proyecto de abrir el centro a lo largo de todo el fin de semana, con actividades de ocio, biblioteca y apoyo escolar, y la puesta en marcha de un proyecto educativo de barrio con asociaciones y los otros dos centros del barrio, de carácter concertado. La iniciativa, coordinada por la antigua orientadora del Colegio La Paz, consiste en la actuación en conjunto de los tres centros para abordar problemas comunes, como el absentismo o el frecuente traspaso del alumnado de un centro a otro, y en la implantación de una serie de actuaciones de éxito impulsadas por CREA, como los grupos interactivos o las tertulias dialógicas. Los integrantes de la comunidad de aprendizaje del Colegio La Paz valoran muy positivamente la experiencia y todo lo vivido durante estos cuatro años. A pesar de que los comienzos fueron duros y de que se siguen topando con muchas dificultades, Martínez considera que "todo esto lo hacemos con un montón de gusto porque creemos en ellos y en que la educación es lo único que les va a sacar de la exclusión". Y siguen soñando: "Ojalá que, aunque sea sólo uno, vaya a la universidad. ¡Haríamos la fiesta del siglo!".