¿Es posible una enseñanza de calidad sin discriminación en las aulas?
Juan Díaz Aguilera
Coordinador del Programa de Inserción Sociolaboral de Menores-Jóvenes. Murcia Acoge
Ponencias presentada en las Jornadas sobre Interculturalidad: Educar en las Aulas. Retos del siglo XXI celebradas en Murcia en diciembre de 2001.
Las opciones educativas son opciones de sociedad. Por ello en ese circulo educación-sociedad-educación, lo previo es plantearse para qué sociedad queremos educar (filosofía de la educación) y después qué medios pedagógicos necesitamos para esa utopía social. La educación de calidad debe buscar más la calidad humana de los educandos (y de los educadores) no perdiendo nunca de vista el horizonte social de nuestro Estado Democrático, Social y de Derecho. Educar es educar para la Solidaridad. El norte de la educación es ético, el de lo medios a su servicio y su gestión ha de ser el mismo. Los indicadores de la excelencia educativa que hay que incorporar junto a otros son la democracia y los Derechos Humanos que deben aparecer en sus contenidos, en los medios utilizados y en las aptitudes y actitudes que se buscan.
El nuevo contexto sociocultural que se está creando, sus características, puede definirse en función de dos cambios que han revolucionado el Siglo XX y que se adentran en el actual:
1. A la búsqueda de la igualdad de oportunidades: el acceso de la mujer al mundo laboral. Todavía no acertamos a saber que va a deparar esta nueva realidad creada por el acceso de la mujer al mundo del trabajo, la modificación de roles sociales que está comportando y por tanto la nueva estructuración social que conlleva.
2. Las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC) y la Globalización-Mundialización que está posibilitando. Explosión de la Información y el Conocimiento que va creando una nueva el estado y vivencia de flujo continuo
Ante contexto creado, y en creación, por las NTIC los objetivos educativos podrían ir en la línea de: -filtrar información (para saber); -superar la dispersión y ansiedad que puede producir el no estar a la altura de tanto (conocimiento e información), o de no responder a tiempo. ¿Qué hacer ante la rápida renovación de la información, la gran movilidad, la competitividad?
Ante esta Era de Heráclito, de movilidad y flujo permanente, el papel de los docentes, educadores, ¿no debiera ser más generalista (maestros), menos especializado? ¿no debería potenciar más el pensamiento productivo que el reproductivo? ¿no tendríamos que preparar-educar-orientar para vivir en un mundo de incertidumbres y cambios permanentes? Parece que un respuesta a la situación actual estaría más en la línea de enseñar Habilidades de pensamiento: contenidos supeditados al propósito de la indagación. Y No confundir eficacia con eficiencia. El descubrimiento de problemas es la máxima expresión del intelecto humano (A. Einstein): encontrar problemas.., sorprenderse por lo evidente…, descubrir lo extraordinario en lo ordinario, practicar la serendipia: encontrar algo nuevo de valor cuando se busca otra cosa (M. COVINGTON 200).
Pero, ¿cómo educar (motivar) para el futuro? ¿y qué futuro? Escuela y Empleo.
No podemos estar de espaldas a la realidad. En la relación Formación-Empleo, es cierto que hay que preparar en capacitación profesional, pero no es menos cierto que lo que con más fuerza se impone en el mundo laboral, en la vida también, es la capacidad de trabajo en equipo y de adaptación a los cambios. ¿Cómo cooperar y enseñar a cooperar en condiciones de competitividad? «Cada jugador recibe más si todos cooperan»
Estamos ante un cambio de paradigma: ha comenzado el paradigma de la COMUNICACIÓN, del INTER: Inter-net, Inter-comunicación (mundialización), Inter-cultural. De ahí debe venir la mutua comprensión Inter-colectivos(Intrasocial), Inter-educativa (alumnos, padres, educadores) e Inter-cultural.
Si recordamos la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea: «…la Unión está fundada sobre los valores indivisibles y universales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad, y se basa en los principios de la democracia y del Estado de Derecho. …sitúa a la persona en el centro de su actuación».(Preámbulo de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea) (2000/C 364/01) (https://www.cde.ua.es/dsi/dic00ci.htm)
En ésta aparece que la «solidaridad» no es un optativa ética, sino uno de los fundamentos, muchas veces olvidado, de la sociedad que queremos, y hacia la que debemos educar.
Pero, ¿es posible una educación de calidad si ésta no es solidaria?
Las desigualdades educativas no tienen su origen en el sistema educativo, pero se pueden agravar en él. Los sistemas educativos tienen que tener capacidad para reducir las desigualdades iniciales, o como mínimo no reforzarlas. Por ello nos debemos plantear qué relación hay entre desigualdades sociales y desigualdades educativas. Si la opción sociopolítica es la búsqueda de una ciudadanía democrática y solidaria, ésta sólo es posible si se inicia y transversaliza en el sistema educativo.
En el Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, La educación encierra un tesoro (Informe Delors) se plantea que «las opciones educativas son opciones de sociedad». Por ello en ese circulo educación-sociedad-educación, lo previo es plantearse para qué sociedad queremos educar (filosofía de la educación) y después qué medios pedagógicos necesitamos para esa utopía social. Siguiendo el Informe Delors, éste dice:
– • La interdependencia planetaria y la mundialización son fenómenos esenciales de nuestra época. Actúan ya en el presente y marcarán con su impronta el siglo XXI. Hoy hacen ya necesaria una reflexión global -que trascienda ampliamente los ámbitos de la educación y la cultura- sobre las funciones y las estructuras de las organizaciones internacionales.
– • El principal riesgo está en que se produzca una ruptura entre una minoría capaz de moverse en ese mundo en formación y una mayoría que se sienta arrastrada por los acontecimientos e impotente para influir en el destino colectivo, con riesgo de retroceso democrático y de rebeliones múltiples.
– • La utopía orientadora que debe guiar nuestros pasos consiste en lograr que el mundo converja hacia una mayor comprensión mutua, hacia una intensificación del sentido de la responsabilidad y de la solidaridad, sobre la base de aceptar nuestras diferencias espirituales y culturales. Al permitir que todos tengan acceso al conocimiento, la educación tiene un papel muy concreto que desempeñar en la realización de esta tarea universal: ayudar a comprender el mundo y a comprender al otro, para así comprenderse mejor a sí mismo. (cap. 1. Pistas y recomendaciones)
Los medios educativos, formativos, de comunicación, las tecnologías de la información y la comunicación son para superar las barreras discriminatorias, de la comunicación no sólo verbal, también integral, vital.
Como ya se ha dicho en el Informe Delors, en el acceso al conocimiento, la educación tiene la tarea de ayudar a comprender el mundo y a comprender al otro, para así comprenderse mejor a sí mismo. El fin es comprender, ayudarnos a comprender, la diversidad como derecho y su atención e integración como una de las claves de bóveda de nuestro sistema educativo. Sabemos que la escuela no es sólo expresión de la sociedad que somos. También es lugar de reproducción social, es generadora de una sociedad que hay que pensar. De ahí la importancia no sólo de los medios didácticos sino también de hacia dónde llevan esos medios. La finalidad de la educación tiene que ser permanentemente pensada. Por ello la filosofía de la educación, los principios que a veces se nombran como pedagógicos, son más eminentemente ético-políticos. «Integración», «normalización», «igualdad de oportunidades», «atención a la diversidad» son opciones de nuestro sistema educativo que vienen de un marco anterior constitucional que nos hemos dado, características propias de nuestra Estado Democrático y Social de Derecho. Tales opciones que nos sirven de principios están en continuo debate y no tanto por la dificultad de su asunción en el aula, sino porque son parte de un más amplio debate social. El mismo término «integración» da lugar a multitud, a veces contrapuestas, de significados y por tanto de prácticas. No es lo mismo entender que un niño gitano o extranjero se tenga que integrar en el aula «paya» o «nacional» en el sentido de asimilar y ser asimilado por la cultura mayoritaria, que el entender la integración más como cointegración, es decir, como integración de la cultura mayoritaria y minoritaria en un mismo espacio común (socioeducativo) y nuevo por la diversidad de los actores.
¿Sería posible una educación «paya» en una escuela gitana? ¿Sería posible una educación árabe en una escuela española? ¿Qué implicaría? ¿Qué tendríamos que cambiar y negociar? ¿Cuál sería el curriculum mínimo? ¿Cómo transita nuestro etnocentrismo a través del curriculum oculto? La educación tiene como objetivo fundamental «civilizar», es decir, hacer ciudadanía y ciudadanos abiertos. Por ello el curriculum ha de ser ya en su seno, intercultural, que posibilite la educación para la mutua comprensión y, por tanto, la diversidad.
Actualmente, en nuestra sociedad, tenemos un reto importante: prepararnos para una Sociedad Abierta, Intercultural, pasando por educarse en la comprensión intercultural como capacidad para comprender «lo otro diverso y diferente» y a «los otros en su diversidad». Para ello es importante partir de unos principios que nos ayuden a entablar un diálogo en pie de igualdad. Dicha igualdad debe pretender que se tengan en cuenta las diversas opiniones con la intención de elaborar juicios ético-políticos y aportaciones metodológico-didácticas sobre el camino a seguir en esa búsqueda de la integración auténtica (cointegración) de lo culturalmente distinto.
Tras lo expuesto podríamos plantearnos un cambio a la pregunta del título de esta Mesa de Trabajo:
¿Es posible una enseñanza de calidad en la que se dé, se potencie o no se corrija la discriminación, las barreras discriminatorias? ¿sería ésta de calidad?
El concepto de calidad educativa debe reflejar la necesidad de que todo proceso educativo incorpore tres condiciones necesarias y trascendentales: la calidad, la equidad y los valores (J R. SEIBOLD, www.campus-oei.org/revista/r…); condiciones necesarias que deben acompañar cualquier cambio o proceso de transformación educativa. Por ello, las preguntas básicas de cualquier reflexión sobre educación (y su transformación «continua») que nos tenemos que hacer son: ¿qué calidad educativa pretendemos?, ¿qué equidad educativa sostendremos? y ¿qué valores impregnarán nuestra tarea docente?
Buscamos un concepto de «calidad integral» educativa más allá de la Calidad educativa tradicional y la calidad «total» educativa (TQM).
La Calidad «total» educativa (TQM) vendría definida por: 1. Satisfacción del cliente; 2. mejora continua de la gestión empresarial y de sus procesos; 3. necesidad de una participación gratificante y gratificada de todos los agentes intervinientes en la producción empresarial; 4. nivel de «interrelación» de las empresas, no de tipo tradicional competitivo sino de acuerdos francos que garanticen una máxima calidad de oferta y un acceso leal al mercado. Este modelo de calidad total aplicado a la escuela endiosa a la efectividad y a la eficiencia como las supremas categorías del funcionamiento escolar correcto.
Este concepto de calidad pierde de vista los «fines», sus valores, y por tanto la equidad.
La equidad tiene que ver con la «igualdad de oportunidades» y con el respeto a la diversidad. En este sentido la búsqueda de calidad educativa implica «justicia» y «solidaridad», es decir asignar en razón de proporcionalidad, (más) recursos a los más desprotegidos y vulnerables…
Por ello la excelencia educativa, la areté educativa, no es fácil de evaluar por los métodos e indicadores actuales. Hace falta evaluar desde los tres factores que inciden en la conformación de la institución educativa: el contexto sociocultural de la calidad integral, el institucional-organizativo de la calidad integral, y el didáctico-pedagógico de la calidad integral.
El concepto de «calidad» que se maneja en el Plan de Calidad en la Educación del MECD (https://www.cnice.mecd.es/calidad/ ) está a medio camino entre el TQM y el Integral en la medida que sus componentes sí aparecen en la fundamentación del Plan, pero no tanto así en los indicadores.
«Pero, además, ninguno de los países europeos renunciamos a conjugar los dos elementos, para algunos contrapuestos, del binomio excelencia/equidad y ese incremento de la democratización -entendida aquí en el sentido de una mayor consideración de los derechos y de las libertades individuales- que caracteriza el panorama sociopolítico de los países más avanzados, conlleva la defensa renovada de una educación y de una formación de calidad para todos, esto es, para cada uno de los ciudadanos, cualesquiera que sean las características de su entorno familiar y social o sus opciones vocacionales» (Introducción del Plan de Calidad en la Educación. MECD)
«Pero esa concepción global o integral de la noción de calidad escolar nos remite, necesariamente, a la correspondiente aproximación global o integral en la forma de gestionarla. La gestión de la calidad en los centros docentes ha de ser, pues, global, incidiendo sobre las personas, sobre los recursos, sobre los procesos y sobre los resultados; promoviendo sus acciones recíprocas y orientando el sistema, en su conjunto, hacia ese estado cualitativo que caracteriza las instituciones educativas excelentes» (3.1. La Concepción Epistemológica. Plan de Calidad en la Educación. MECD)
Si el norte de la educación es ético, el de lo medios a su servicio y su gestión ha de ser el mismo. Los indicadores de la excelencia educativa que hay que incorporar junto a otros son la democracia, la solidaridad y los Derechos Humanos que deben aparecer en sus contenidos, en los medios utilizados y en las aptitudes y actitudes que se buscan.
Volviendo a una de la preguntas formuladas, ¿para qué futuro educamos?, y para responder a esto, mientras tanto, hemos de preguntarnos también no tanto qué debemos hacer con los educandos sino qué debemos hacer con nosotros, entre nosotros,…, con los padres… ¿Qué tenemos que aprender?
Tenemos que alentar y alentarnos en la línea que demanda el Informe Delors: no estamos en tiempos tanto de enseñar, que también, sino de aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir, aprender a ser…
En un mundo en el que la Razón Instrumental (científica y tecnológica) aparece como la única válida, o la más, y desde la que todo se convierte en «instrumento» o «medio» (también las personas), hay que recuperar las otras Razones (Ética y Estética) e introducirlas en todos los ámbitos de la vida y del saber humano. Cuánto más en la EDUCACIÓN. Si existe actualmente un reto importante para la educación, para su excelencia, es el de incorporar en su finalidad práctica planteamientos éticos a la vez que abordar de forma «estética» la motivación en las aulas. De qué sirven los referentes éticos si no aprendemos a educar y transmitir la motivación por aprender, el «gusto», el «placer», la «emoción» por/de aprender. Y en esto lo que más influye no son los contenidos, necesarios, que se aportan en el aula, sino la mostración de nuestro ser de educadores. Debemos facilitar el paso del entender al otro desde la clave instrumental a la comprensión como «bien» escaso y al «gusto» por comprender, por aprender, por saber. Este es un reto educativo, es un reto social.
Cartagena a 12 de diciembre de 2001
Fuente: Intercultur@net