Al encuentro de una historia, el pueblo Rom (Gitano) en Nuestra América
Por Marlene Victoria Holländer Cartes*
No sólo habitamos espacios físicos, sino que también convivimos entre diversos horizontes de sentido. Son muchos los grupos humanos que han hecho su aporte al a la densidad cultural que nos caracteriza, algunos prácticamente desconocidos, como el Pueblo Rom (Gitano), que a partir de un creciente esfuerzo organizativo emerge hoy con nueva voz. Este trabajo comparte antecedentes históricos cuyo hallazgo y/o relectura, hace parte de este proceso emergente. De la mano se suman reflexiones en torno a la necesidad de favorecer climas de auténticos encuentros interculturales, por tanto más justos y humanos. Finalmente, se invita a repasar nuestros propios imaginarios, a cuestionar la pretendida homogeneización de nuestros modelos identitarios y de sociedad, y a repensarnos desde nuestras semejanzas y diferencias.
Introducción
La posibilidad de compartir experiencias culturales afines dentro de nuestras propias sociedades, puede hacernos ignorar la coexistencia con numerosas tradiciones culturales, las que aun haciendo parte de nuestro cotidiano permanecen ajenas, extrañas, llegando a interpretar a esas otras visiones de mundo como anacrónicas y contradictorias, hasta reducirlas a realidades problemáticas. Orientadas bajo este enfoque, nuestras ciudades se han ido tornando espacios que albergan una heterogeneidad no dialogante, relegada en sus identidades a circuitos acotados. Desde allí elaboramos imaginarios construyendo suposiciones sobre lo que vemos, sobre aquellos “extraños otros” que se nos cruzan, o de quienes algo nos han contado.
La entrada a un nuevo milenio estremeció al mundo. Los fuertes impactos siguieron a sucesivas transformaciones políticas, económicas y sociales. Conflictos bélicos, vastos procesos de desterritorialización y desplazamientos migratorios, desbordes tecnológicos e incesantes flujos de capitales, que transforman sustantivamente el rol de los Estados, son fenómenos que traspasan todas las fronteras, alterando de tal forma el estilo de vida de las personas, que la desintegración y la renovación, la certeza y la contradicción, el asombro y la angustia, nos arrastra cual vértigo de paradojas.
En este nuevo escenario, las demandas de las minorías étnicas, tanto reivindicativas como de acceso a derechos de participación social, se han dado junto al recrudecimiento de antiguas formas de discriminación, prejuicio y exclusión, resucitando en el ámbito de las ciencias humanas o sociales, tópicos conceptuales como el de la etnicidad, multiculturalismo e interculturalidad (Margulis 1977:33- 34) En términos generales, una minoría étnica es entendida como “un grupo de personas que comparten ciertas características físicas y culturales distintivas”, teniendo serias dificultades al encontrarse al interior de sociedades, que en condición mayoritaria, expone a tales grupos a sufrir discriminación y prejuicios por parte de los grupos culturales dominantes (Ceballos, J. G.,1997:443)
Históricamente los Rom (Gitanos), considerados como grupo étnico diferenciado [1] y minoritario, han estado insertos en sociedades dominantes, en medio de imaginarios que van desde la fascinación al abierto rechazo. Su particular condición de Pueblo disperso y sin la adopción por constituir Estado, le ha significado múltiples dificultades, principalmente para ejercer derechos de ciudadanía. Suelen recibir el trato de “Extranjeros”, “advenedizos”, en palabras de ellos, de “recién llegados a donde quiera que vivamos”, agregando que incluso, “se llega a los extremos de negarnos nuestra misma etnicidad e identidad cultural.”
Lo cierto es que explicaciones parciales e incompletas, basadas más en la ignorancia y en el desconocimiento, han dado fundamento a los Estado-naciones, y a sus respectivas sociedades, para desconocer los intrincados hilos históricos que nos hermanan con esta milenaria cultura de los romá, o sea, de los gitanos. Sus prácticas y tradiciones se sustentan en un nomadismo estructural, articulando una compleja y riquísima trama cultural, con una opción civilizada de proyección transnacional, siendo el amor por la vida y la libertad sus mayores estímulos y referentes. Entre dominaciones, denominaciones y etnónimos, el comienzo de una historia.
La sola mención del etnónimo “gitano” suscita toda suerte de comentarios. La literatura ha recogido tipologías y perfiles contribuyendo a transportar imaginarios, en gran parte desfavorables. Así, “gitano” se asocia con “vagabundo”, “antisocial”, “violento”, “embustero”, “charlatán”, “sucio”, “ladrón”. En el mejor de los casos, éste aparece vinculado a lo “exótico”, unido a vagas expresiones que oscilan entre la romantización y el misterio [2].
En materia de género, la romni o mujer gitana, no ha estado exenta de similares apelativos. Y más aun, dado el rol que juega al interior de la familia y que le demanda mayor contacto con el mundo nogitano, sea por leer la buenaventura o la suerte, como por actividades vinculadas al hogar. La tradicional vestimenta de la mujer romni permite, entre variados aspectos, contar con otra lectura interpretativa de la corporalidad, pero que en su singularidad, la expone al hostigamiento y a la discriminación.
Dos aspectos han venido a modificar esta suerte de tipología y categorizaciones recargadas de imaginarios negativos, comprensibles, claro, sólo al tenor de los contextos históricos-temporales. En primer lugar, ha influido un proceso de relectura crítica realizado desde el mundo gadyé (no-gitano), pero también y principalmente, debido a la apropiación que los propios rom (gitanos) vienen haciendo de la lengua escrita, de espacios organizativos, así como de una visibilización y difusión de su propia cultura. Se trata de un proceso no ajeno a trabas y cortapisas provenientes de ambos mundos, no obstante, el ánimo por superar las dificultades y fortalecer sus dinámicas organizativas, les ha permitido ir reelaborando, desde el sí mismo, su propia lectura histórica, contrastándola con la oficialidad tenida hasta ahora.
Cuentan que siendo originarios del centro de la India, en el noroeste, específicamente en la región de Luristhan, inserta hoy en el corazón del estado de Rajasthan, entre las llanuras del Pundjab y Cachemira, el Pueblo Rom habría iniciado su diáspora hacia el 900 A.C Precisamente su antiguo etnónimo de “lurí” derivaría de la región de Luristhan, tierras de asentamiento de las tribus Lurí y Dom, las que al ser invadidas por el imperio de Mahmud Gani y forzados a la esclavitud, crearon el gentilicio “Gae”, para llamar así a los opresores, vocablo que se habría perpetuado en el tiempo, derivando en “gadyé”, para señalar a los no – gitanos, en plural, y gadyó, o sea no-gitano, para referirse en singular. En España y sur de Francia, el no-gitano es llamado de “payo”. Sería durante este trecho, de un camino con ya más de mil años, cuando los etnónimos “lurí y Dom” vendrían a ser reemplazados por el de Rrom, en singular masculino, Rromni, para el singular femenino y Rroma para indicar el plural.
Aproximadamente hacia el S-XIV iniciaran los primeros desplazamientos hacia la península Balkánica, tiempo que nos habla de sucesivos movimientos migratorios a causa de incesantes persecuciones, conflictos bélicos, y recurrentes intentos de asimilación forzada. Tales hechos, y como veremos más adelante, anteceden largamente a las ocurridos bajo el régimen nazi, los que junto con dar cuenta sobre las reiteradas prácticas etnocidas y de exterminio sufridas por el Pueblo Rom, nos revelan vínculos bastante más directos con nuestros propios procesos históricos locales.
Durante la pasada Conferencia Mundial Contra el Racismo, efectuada durante el mes de septiembre de 2001, en Durban (Sudáfrica), diversas organizaciones romá provenientes de los distintos continentes, manifestaron de manera conjunta, su disconformidad respecto a la denominación con la cual se venía haciendo referencia al pueblo gitano en los documentos elaborados por las diversas Comisiones participantes. En esa oportunidad replicaron con fuerza a la segmentación que se ha venido haciendo del Pueblo Rom, al denominarlo indistintamente como “pueblo gitano”, “romá”, “romanies”, “gypsy”, “sinti o nómadas”, haciendo parecer con ello, “como si se tratara de pueblos diferentes, unidos por problemas similares.”
A través de sus organizaciones demandaron respeto “al único nombre por el que los gitanos de todo el mundo queremos ser conocidos e identificados, que es el término ROMA, con acento tónico en la ‘a’, como palabra aguda, plural del nominativo ROM y que quiere decir GITANOS”. Aclararon en esa oportunidad, que es “a partir de este sustantivo, y de acuerdo con la declinación a que el término está sujeto en la lengua gitana [vale decir, la lengua romané o romanó] que se puede utilizar la expresión romaní, como el genitivo femenino singular, la que literalmente quiere decir ‘de la gitana’, o ‘lo que es propio de la comunidad gitana’,” siendo el genitivo masculino ‘romanó’.
Los Rom en Nuestra América, historias por conocer.
“(…) por el tenor de la presente Pragmática y los declaramos rebeldes, contumaces y bandidos públicos. Y permitimos, que cualquier persona de cualquier estado y condición sea, pueda libremente ofenderlos, matarlos, y prenderlos sin incurrir en pena alguna, trayéndolos vivos o muertos ante los jueces de los distritos donde fuesen presos o muertos. Y que pudiendo ser habidos, sean arrastrados, ahorcados, y hechos cuartos, y puestos por los caminos y lugares donde hubieren delinquido, y sus bienes sean confiscados para nuestra Cámara”.
Pragmática de 1743 [Documentación Selecta Sobre la Situación de los Gitanos Españoles en el Siglo XVIII. Biblioteca de Visionarios, Heterodoxos y Marginados. Madrid]
La historiadora española María H. Sánchez, quien realizara un exhaustivo trabajo de recopilación histórica, en el contexto Centroeuropeo, en un período que va desde el siglo XV hasta el XX, señala haber encontrado de manera generalizada “los argumentos” y “el cliché” esgrimidos por “los nogitanos” repitiéndose “machaconamente”, y expresados en lo que llama una “repulsa, mezclada al mismo tiempo con una cierta fascinación”.
Refiriéndose a una suerte de “construcción histórica del estereotipo gitano”, cuenta que éste oscila entre “la mezcla de curiosidad y recelo que inspiran a los no – gitanos, la reputación de astutos, las quejas por su falta de respeto a la propiedad ajena, las prácticas hechiceriles y engaños” agregando que tras sucesivas revisiones aparecen siempre “las mismas quejas repetidas monótonamente, las mismas descripciones adversas que han llegado a formar un persistente estereotipo.” [3]
Tales prejuicios y visiones estereotipadas se habrían ido entretejiendo tras siglos de una historia oficial no neutral, por tanto no exenta de sesgos y miradas parciales. Recientes procesos deconstructivos, habrían ido evidenciando el drama de un tratamiento de alteridad, donde el miedo al “otro”, al diferente, al extraño, habría traspasado fronteras, entorpeciendo hasta hoy un auténtico encuentro con la cultura romá, cuestión que comienza a ser asumida por nuevas generaciones, tanto de “gitanos” como “no-gitanos”, cuestionado imaginarios sociales que, no pocas veces, actúan cual infranqueables barreras que separan ambos mundos ¡Cuídate que ahí vienen los gitanos! ¡Cuidado que se roban a los niños!… ¡Si no te comes la comida, te van a llevar los gitanos!
Por otra parte, la permanente intolerancia que les ha rodeado, les ha llevado a generar una serie de estrategias de sobrevivencia y de resistencia a modo de refugio, las que se traducen principalmente, en mecanismos de resguardo al prejuicio y a la discriminación. Entre todas ellas, el “no hacerse notar”, ha implicado serias dificultades para llegar a constituirse en sujetos de derecho, contando con muy pocos espacios para acceder y/o a demandar servicios propios de las poblaciones mayoritarias en que se encuentran, amalgamándose con lo que hoy historiadores y organizaciones romá califican como “invisibilidad histórica.”
Antecedentes recopilados por un colectivo gitano en España, afirman “la presencia gitana” en nuestro continente ya en el siglo XV, durante la persecución iniciada por los Reyes Católicos contra los gitanos, como parte de las “medidas estratégicas” [4]] para unificar el territorio a través de la lengua y la religión.
Parte de tales “medidas” habrían consistido en enviar “a las chicas gitanas entre 15 y 16” años de edad al continente americano, a fin de “casarlas con indios y mestizos”, en tanto “los chicos”, habrían sido enviados “a las islas, donde se casarían con indígenas” (Rodríguez et al, 2000: 6-12) En referencia a estos y otros hechos, Ana Jiménez Adelantado, ha señalado que: “(…) la historia de los gitanos ha sido una historia oculta e infravalorada (…) marcada por una persecución institucional, por las torturas y la exclusión, y por los intentos constantes de asimilación de una minoría (…) Supervivencia física y cultural. Ésta ha sido su consigna.” [5]
La I Guerra Mundial traería una nueva oleada de persecuciones y muertes. Sin embargo, la que permanece con mayor arraigo en la memoria de los rom de todo el mundo, fue la producida durante la II Guerra, donde “al menos medio millón de gitanos” habrían sido asesinados bajo el régimen nazi. Después del Holocausto, el Pueblo Gitano iniciaría un nuevo camino tendiente a tomar una más sólida y profunda conciencia de su propia personalidad cultural, de su unicidad como pueblo, más allá de las fronteras y las distancias. [6]
También Hijos de la Pacha Mama [7]
Separados tempranamente de sus familias, traídos en galeras para cumplir oficios de herrero y artesano, en familia, huyendo de la Inquisición y la represión de la Corona, llegaron a América con anterioridad a la formación de las Repúblicas, llamadas hoy Estado-naciones, “(…) los Rom somos preexistentes a muchos proyectos estatales actuales(…)” Con fecha del 12 al 16 de marzo del 2001 en Quito, Ecuador, se llevó a cabo un Cónclave Continental, con participación de diversas ONG’s vinculadas al mundo indígena, pero también, con participación de representantes del Pueblo Rom de Las Américas. Este encuentro dio inicio a la formación de la SKOKRA, Consejo de Organizaciones y Kumpania Rom de las Américas, diseñando planes de trabajo y elaboración de propuestas y demandas. Quedó claro durante aquél encuentro, que la presencia romá en nuestro continente es tan antigua como la de muchas comunidades reconocidas hoy como afrodescendientes y pueblos originarios. Esto aunque, como ellos mismos señalan, “nuestro ancestral nomadismo e itinerancia nos haya vedado la posibilidad de controlar territorios” cuestión que para las organizaciones romá,“no implica necesariamente que nuestro pueblo sea considerado menos americano que otros pueblos, máxime si se tiene presente que nunca hemos tenido una especie de patria como referente”
Lo cierto es que su presencia en América Latina confirma ser mucho más antigua de lo que se ha creído. En un reciente trabajo historiográfico realizado en Colombia, encontramos antecedentes que mencionan “a cuatro Rom, Antón de Egipto, Catalina de Egipto, Macías de Egipto y María de Egipto, como parte de la tripulación del tercer viaje de Cristóbal Colón en 1498” (Gamboa, J., Gómez et al,2000: p.17)
Por otra parte, este seguimiento de corte historiográfico a una trayectoria poco conocida, ha traído nuevas preguntas en torno a nuestras propias historias pre-republicanas, donde pese a los persistentes intentos de la Corona española por controlar los movimientos migratorios al llamado «Nuevo Mundo», el número de ilegales, o “llovidos”, como les denominara la legislación de entonces, arribaron personas en tal número que habrían llegado a sobrepasar los ingresos autorizados conforme a las disposiciones legales de la época. La burla a los controles coloniales habría sido tan diversa y gozado de tal creatividad, que contempló “desde el cambio de nombres y apellidos, pasando por la compra de autorizaciones falsas, hasta el hacerse pasar por criados de nobles y burócratas” o, en su defecto, esto se habría efectuado ingresando “a través de las colonias de Portugal, Inglaterra, Francia u Holanda.”
De tal manera que entre “los llovidos” de entonces, se encontraban diversos extranjeros, moros , judíos, y también los rom. [8]
En documentos de la PROROM (Proceso Organizativo del Pueblo Rom de Colombia) encontramos el cuestionamiento ante las escasas y casi inexistentes referencias históricas sobre los Rom en América Latina, señalando con posterioridad que pudieran darse dos explicaciones. La primera guardaría relación directa “con las incesantes persecuciones de que éramos víctimas (…) [si se considera incluso que ] los gobernantes hicieron ingentes esfuerzos por hacer desaparecer hasta nuestro mismo etnónimo”. De hecho, los referentes historiográficos encontrados revelan el afán integracionista y asimilacionista de la Corona, llegando al extremo de prohibir hasta la utilización del etnónimo Egiptianos, nombre con el cual harán un primer ingreso a Europa y del cual derivará posteriormente el de Gitanos.
Por otra parte y ante la severidad de las medidas, la invisibilidad identitaria habría sido el único refugio como medida de sobrevivencia, puesto que como ellos mismos señalan, “nunca íbamos a manifestar que éramos Gitanos”. No obstante y desde aquí se habrían articulado singulares prácticas y estrategias que permitieran la preservación de “valores identitarios”, garantizando la sobrevivencia “como grupo diferenciado”, alejándose de los sectores de poder y vinculándose “a zonas y poblados”, donde el ser Gitano no constituyera un peligro ante la necesidad por desarrollar sus “actividades económicas cotidianas y tradicionales”.
Un pueblo por conocer y reconocer Actualmente, dos estarían siendo los mayores desafíos para las organizaciones romá de nuestro continente. “En primer lugar, conseguir que los Estados de la región de manera explícita reconozca que las disposiciones contenidas en el OIT-169 (Organización Internacional del Trabajo), se aplican a nuestro pueblo y, en segundo lugar, que guardando una simetría positiva, las normas constitucionales y legales que en los países de la región protegen la integridad étnica y cultural de los pueblos indígenas y afrodescendientes, se hagan extensivas a nuestro pueblo.” Esta demanda, como hemos visto en parte, aparece legitimada por argumentos tanto de orden histórico, legal y antropológico.
Desde sus propias dinámicas organizativas señalan que “El OIT-169 es un instrumento internacional que, reglamentado explícitamente en referencia al pueblo Rom, brinda garantías para la protección de nuestros derechos y de nuestra integridad étnica y cultural.”En efecto, en una de las publicaciones de la propia Organización Internacional del Trabajo, realizada con el propósito de promoción, difusión y capacitación sobre el OIT-169 y que lleva por título “Los Pueblos Indígenas y Tribales y la OIT”, se lee el siguiente párrafo: “(…) tribal se utiliza para aquellos grupos que (…) mantienen una estructura tribal y una afiliación de clan, aún cuando no necesariamente precedieron a otros pueblos” en las áreas que actualmente ocupan. (OIT, 1995:3).
Este artículo de la OIT puede y debe ser aplicado al pueblo Rom, considerando que éste posee “una romipen” o identidad étnica y cultural propia, la que entre otros aspectos da cuenta de que: “Se es Rom por derecho de nacimiento”, que existe una larga tradición nómade así como es propio de todas las culturas, su transformación y reelaboración en nuevas formas de itinerancia (neonomadismo). Se cuenta con un origen común y una historia compartida, además de un idioma o lengua propia, el romané.
La valoración del grupo por edad y el género, actúan como principios ordenadores de estatus, manteniendo una fuerte cohesión interna y el manejo de un complejo sistema de exclusividades frente al no- Rom (gadye). Preservan una organización social basada en la configuración de grupos de parentesco o patrigrupos, donde el sistema social se articula en base a la existencia de linajes patrilineales, “vitsa”, dispersos, independientes y autónomos. Cuentan con autoridades e instituciones tradicionales, como “el Shero Rom o Jefe de Familia”, y la “Kriss o Tribunal de Shero Rom” así como “una Jurisdicción Especial o derecho consuetudinario, llamado Kriss Romaní.”
Cabe añadir a lo anterior que les es propio “el respeto a un complejo y particular sistema de valores: como una fuerte solidaridad entre los patrigrupos, un intenso apego a la libertad individual y colectiva, un especial sentido de la estética, tanto física como artística, así como una peculiar interpretación de los fenómenos naturales”.
Para las organizaciones romá, “el espíritu y propósito originales de la OIT-169 recogen” sus principales demandas y reivindicaciones. Esperan que la reglamentación de este instrumento jurídico legal internacional llegue en verdad a traducirse en la elaboración de un “Estatuto de Autonomía Cultural para el Pueblo Rom”, orientándose, en primer lugar, a garantizar su “integridad étnica y cultural, y a proteger nuestra cultura y tradiciones propias”. En segundo lugar, aspiran a que con ello puedan mejorarse sus “estándares de vida y existencia”. En un tercer aspecto, que “se favorezca y promueva la construcción de fórmulas de relación que no impliquen la asimilación, la cooptación, o lo que sería más grave aún, la pérdida de sus valores identitarios.”
Para repensar
“Te guste o no, me caes bien por ambas cosas. Lo común me reconforta, lo distinto me estimula.”J. M.Serrat
Desde las primeras constituciones republicanas el pensamiento liberal se abocó a la tarea de injertar texturas culturales transplantadas, en busca de permanentes réplicas de experiencias euronorteamericanas. De esta manera el pensamiento americano asume como propios los supuestos y prejuicios del pensamiento europeo del siglo pasado, sustentado en el positivismo y reafirmados en las prácticas discursivas coloniales. Nuestro continente pasa a ser monologizado por un imaginario de sujeto blanco, masculino, urbano. La otredad comienza a ser construida como el bárbaro, primitivo, negro, indio, tradicional, arcaico, salvaje, en suma, lo no civilizado. En vez de construir verdaderos espacios de alteridad, percibimos a la otredad como problema y en la destrucción de la diversidad, bajo la fórmula, integración = asimilación, nos embarcamos en la construcción de una mismidad uniformizante, anómica.
En este imaginario social de hegemonía cultural, resulta vital permitirnos cuestionar las producciones de sentido que fundamentan nuestras prácticas sociales cotidianas. Esto si convenimos en que la hegemonía, no ha sido ni es una construcción monolítica, sino que ella transcurre en medio de permanentes y dinámicos enfrentamientos y negociaciones tanto materiales como simbólicas, condicionadas, a su vez, por complejos procesos históricos, económicos, políticos y sociales.
Los procesos llamados de modernización en nuestros países requieren de manera especial reflexión y debate, dando tanta relevancia a los aspectos “macro” como al necesario reenfoque de aquellos aspectos “vistos”, pero no registrados. El análisis de la realidad social no ocurre en la asepsia teórica, nuestro refugio en ella sólo delata nuestro pánico a la incertidumbre. Tenemos la opción de encarar la crisis de la modernidad como una alerta, no sólo como un cuestionamiento a las pretensiones hegemónicas de un modelo civilizatorio sustentando en una economía que demanda constante agresión y defensa, también como una nueva posibilidad de construir espacios que faciliten y promuevan la emergencia de otras, realidades, sentidos y voces subyugadas, negadas y/o veladas.
El imaginario, de un otro como permanente amenaza, nos gesta desde los inicios, en matrices republicanas que naturalizan como una necesidad cuasi – ontológica, un imaginario de orden, en un proceso uniformizante que busca la consolidación a través de prácticas discursivas y acciones de exclusión, marginación y negación; favoreciendo construcciones sociales sustentadas en el miedo, instalando percepciones de latente amenaza en el cotidiano.
La metáfora del mosaico con la que el Pueblo Rom se identifica, también ha sido referida por algunos autores para dar cuenta de la gran diversidad presente en América Latina.
Desgraciadamente, ante ella, la tendencia generalizada ha sido la de interpretarla más como un escollo que como un vasto potencial de riquezas. Lechner interpela tales miradas señalando que: “Demasiados años hemos estado denunciando la heterogeneidad estructural de América Latina como obstáculo al desarrollo, sin considerar que ello podría fomentar una interacción mucho más densa y rica que la homogeneización anhelada” (Lechner,1990:163)
Para los Rom su particular condición de Pueblo sin estado, no ha sido obstáculo para perseverar en su voluntad de permanecer en la defensa de su identidad durante siglos. En Europa esto comienza a ser reconocido despertando, no sólo la solidaridad sino que, además, el compromiso de diferentes organizaciones sensibilizadas con el tema.
Expresión de ello puede leerse en las palabras del Nóbel alemán Günter Grass: “Dejemos al medio millar de Sintis y Romanis vivir entre nosotros. Tenemos necesidad de ellos. Pueden ayudarnos a perturbar un poco nuestro orden. Alguna cosa de su manera de vivir podría contagiarnos. Ellos podrían enseñarnos que las fronteras no tienen sentido: puesto que sin atender a tales barreras, Romanis y Sintis están en casa en toda Europa. Ellos son lo que nosotros tanto proclamamos ser: ciudadanos de Europa.” (Grass.G,1992:97-108) [9]
Estimo que, aun cuando el propósito de este trabajo fuera el de abordar ciertos aspectos concernientes al Pueblo Rom, bien pudiera ser interpretado como un encuentro reflexivo con nuestras propias necesidades de espacios más abiertos al diálogo y a la comunicación con el otro.
Esto necesariamente nos exige reconocer que habitamos no sólo espacios físicos, sino que también diversos horizontes de sentido, a la vez que nos obliga a enfrentarnos con: “(…)aquellos prejuicios cómodos, o los prejuicios reconfortantes, que nos hacen creer que nuestra sociedad, nuestro sistema político, nuestras costumbres, nuestra forma de hablar la lengua, nuestro grupo, nuestra iglesia, nuestras creencias, nuestro régimen de propiedad, nuestra forma de educar, son superiores por el mero hecho de ser nuestros. Poner en cuestión lo propio supone un buen nivel de valentía y entereza intelectual que no surgen espontáneamente” [10]]
El próximo día 8 de abril, Día Mundial del Pueblo Rom, [11] miles de personas pertenecientes a este Pueblo y que hoy habitan los más diversos países, se han propuesto, junto con recordar la diáspora milenaria y su andar por el mundo, representar mediante flores y velas encendidas en los principales ríos del mundo a aquellos que han padecido el flagelo de la guerra y la intolerancia étnica.
El Ganges en la India, el Danubio en la República Federal de Yugoslavia y en Rumania, el Sena en Francia, el Jordán en Israel, y el río de la Plata en Argentina, son sólo ejemplos de la dimensión mundial de este verdadero acto poético y conmemorativo que lleva el nombre de “Ceremonia del Río”. Debido a la importancia que tiene el agua para cualquier persona que inicie un camino, y a su curso que avanza sin distinción de fronteras establecidas por el hombre, es que el río se ha convertido en el elemento central de esta conmemoración.
En un nuevo siglo en que renacen actitudes racistas y xenofóbicas, la mejor respuesta parece ser la construcción de una solidaridad hacia fuera y la razonable abdicación de lo nacional hacia adentro. Quizás a partir de aquí, pudiésemos intentar caminos de encuentro, verdaderos espacios de entendimiento con el “otro”, nuevos climas de alteridad que den oídos a los milenarios versos del poeta, un buen referente para toda condición humana:
“…Que llegué como el viento, viví como el ave y me iré como el agua…” [12]
Referencias Bibliográficas
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Margulis, Mario: “Cultura y Discriminación”, Revista Nueva Sociedad, [Caracas] Venezuela, N°152, Nov/Dic 1997 , Edit. Texto Caracas, pp.37-54
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“Los Gitanos y el Convenio 169 de la OIT” PROROM/ASOROM / /
Recibidos de:
(AICRA) Asociación Identidad Cultural Romani de Argentina
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Roy Ramírez Edgar (1994) “Repensando el Humanismo” Investigador Catedrático del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad de Costa Rica, [consulta:08julio2000,p.15]
*Formada en Pedagogía en la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), y en Antropologia Social, en la Escuela de Antropologia de la Universidad Bolivariana, Chile (UNIBOL) con Especialización en Desarrollo Comunitario en el Centro de Extensión y Formación, de la UNIBOL, “ Yungay “, en Santiago de Chile. Actualmente acompaña y colabora con el proceso organizativo del Pueblo Rom (Gitano) de las Américas.
Este texto registra parte de los antecedentes y contenidos abordados durante la charla intitulada “El Pueblo Rom (Gitano): Presencia Invisible en Nuestra América”, realizada bajo la invitación del Núcleo de Estudios de Literatura Oral y otros Lenguajes, (Nelool), presentada para alumnos/as y docentes del Departamento de Lenguas y Literaturas Extranjeras (DLLE) y público general, en la Universidad Federal del Estado de Santa Catarina (UFSC) el 18 de Marzo de 2002.
[1] “(…)Históricamente, los Estados han privilegiado la vinculación del poder político con una sola nación o etnia, negando la existencia de otras comunidades culturales en su territorio o promoviendo su rápida asimilación” (Salazar G.1999: 137-138) “La comunidad gitana como grupo étnico se caracteriza por una serie de elementos culturales comunes, diferenciadores los que configuran su contenido étnico(…)” Vale decir, un bagaje cultural propio que lo distingue de otros grupos con los que entra en contacto, como el participar de una historia propia, una lengua común, la tradición nómada, la valoración de la edad y la experiencia como asignación de posición social endogrupal, entre otros (Ardèbol E.: 1986: 66-67)
[2] Para profundizar en este tema se sugiere revisar el artículo “Retablo de máscaras Gitanescas” de A.José A.Fernández de Rota. Ver en: “Las máscaras de la identidad. Claves antropológicas”, Carmelo Lisón Tolosana, Editorial Ariel, S.A España,1997
[3] En: San Román T.,“Entre la marginación y el racismo. Reflexión sobre la vida de los gitanos.” cap.1 “Evolución y Contexto Histórico de los Gitanos Españoles”. Alianza Universidad. Madrid.1986 pp.17-18.
[4] Tales medidas [que van desde “políticas de exterminio” implementadas por Fernando VI a las de “asimilación” o de “integración como súbditos productivos” de Carlos III], se verán expresadas en las “Pragmáticas”, suerte de ordenanzas cuyos imperativos involucraban la renuncia a la lengua, la vestimenta y a un estilo de vida considerada como ”la más perdida que hay en toda la república cristiana.” Las penas a los “inobedientes” irán desde reclusión, envío a las galeras, corte de orejas, sello en la espalda y muerte (San Román 1986:13-60) [negritas da autora
[5] En: “Los españoles gitanos. Contexto sociopolítico y cultural” pp.1-18, artículo escrito por Ana Giménez Adelantado, perteneciente a la etnia gitana en España, y actualmente profesora del Departamento de Filosofía y Sociología de la Universidad Jaume I, de Castellón. Revista “A Fondo,” Asociación Secretariado General Gitano, Madrid, España. N°1 junio, 1999 pp. 1 – 2
[6] Se sugiere ver en: Fonseca, Isabel : “Enterrem -me em pé: os ciganos e a sua jornada”, São Paulo, Edit. Companhia das letras,1996, p..Traducido de “Bury me standing: The gypsies and their journey” por José Rubens Siqueira. La autora recoge un riquísimo material bibliográfico y vivencial, tras un largo recorrido que comprende los años 1991 a 1995, interiorizándose, en terreno, de las persecuciones vividas por los gitanos en Europa, antes y después de su unificación.
[7] Pacha Mama, en vocablo de las lenguas quechua y aymara significa Madre Tierra. De manera ancestral el Hombre andino se ha vinculado a la Tierra, entendiéndola como a un ser vivo, con capacidad de generar un estado de homeostasis recurrente, preservando así el equilibrio global del planeta. Trasunta en ello la concepción de “Madre Naturaleza” tenida por la gran diversidad de los llamados hoy Pueblos Originarios. Allí, lo sentimental y lo emotivo representan ingredientes que se incluyen en la mirada y en la relación que se establece con el entorno. Decir “Madre” al conjunto, implica saberse parte de una totalidad, facilitando y estimulando relaciones vinculares y de pertenencia. De esta particular concepción que implica dimensiones ontólógicas y axiológicas, se desprenden singulares formas de comprender y estar en el mundo, las que relevan un “ethos comunitario”, por sobre el “yo individual” y donde la diversidad, encuentra convergencia y unicidad, en la condición igualitaria de pertencia a la Madre Tierra.
A su vez, el Pueblo Rom transita incansablemente la Pacha, tránsito permanente que configura el Drom romá, el Camino (de los gitanos) figura donde también podemos encontrar el anclaje para un “ethos comunitario” referencial.
[8] Interesante es la vinculación que se establece entre “los vagabundos”, categorizados por la legislación colonial repúblicas quienes, “en grupos familiares iban de un lugar a otro, sin domicilio fijo ni trabajo conocido.” Tales resultarían bastante próximas a la vida itinerante y nómade de los Rom. Esto, además de las referencias en que manera directa a “los gitanos”, Rom en los innumerables juicios efectuados por el llamado “Tribunal del Santo Vagabundos” “arrochelados” (Gamboa J.,Gómez, V. et al 2000:51) “vagamundos” y “vagabundos” (Zalazar cuenta de fenómenos sociales que revelan resistencias y sistemas alternativos a los impuestos por la dominación apareciendo estrategias semejantes en distintos contextos de la época, desmientiendo con ello “el control” ejercido poder de la Corona española en sus colonias. Ver en: Gamboa J., Gómez et al, 2000 y Salazar G.,2000.
[9] Cita recogida de Grass durante la Conferencia intitulada “Losses”. Puede verse en: Cortesão, L et al 1995:10
[10] En: “Repensando el Humanismo” M.A. Edgar Roy Ramírez, Investigador Catedrático del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad de Costa Rica, 1994 [en línea
[11] Ese mismo día, pero del año 1971, se celebró en Londres el Primer Congreso Mundial Gitano, que significó el resurgir
[12] Cogido de un Rubai o suerte de versos escritos en cuartetos, del poeta persa Omar Khayyám.