La diversidad cultural en la era globalizada y la sociedad del conocimiento
Por León Olivé
Universidad Nacional Autónoma de México
Ponencia presentada en la mesa “¿Puede la diversidad cultural ser pensada?”, en la celebración del “Día Mundial de la Filosofía”, organizada por la UNESCO, Santiago de Chile, 24 de noviembre de 2005
El concepto de “globalización”
Quisiera comenzar planteando algunas dificultades para pensar la diversidad cultural en el contexto de la globalización y de la sociedad del conocimiento. Para ello conviene recordar dos sentidos del concepto de “globalización”relevantes para nuestro tema:
a) La globalización como el incremento en el intercambio de información y de la interacción entre los pueblos y las naciones, posibilitada por los desarrollos tecnológicos, de manera notable -pero no únicamente- por las tecnologías de la información y la comunicación.
En este sentido -pero sólo en él-, la globalización debe ser bienvenida, siempre y cuando se cumplan determinadas condiciones. Por ejemplo, la simetría entre pueblos y culturas, así como la igual oportunidad de acceder y manipular la información y el conocimiento. Condiciones que por supuesto están muy lejos de satisfacerse hoy en día. De aquí se deriva el imperativo ético de procurar que los beneficios de la globalización, así entendida, alcancen al mayor número posible de seres humanos en condiciones de simetría.
b) El otro sentido del término de “globalización” se refiere a una nueva fase del capitalismo surgida al final del siglo XX, que ha dado lugar a relaciones sociales profundamente injustas, y que ha tenido como consecuencia la exclusión de millones de seres humanos de los beneficios de la riqueza y de la posibilidad de generar ellos mismos nuevas formas de riqueza. Por consiguiente merece una condena desde un punto de vista ético y no podrá avanzarse hacia una sociedad más justa en la medida en que no se transformen radicalmente las políticas nacionales e internacionales que se sustentan en dicho modelo.
Algunas consecuencias de la globalización
Entre las consecuencias de la globalización que conviene subrayar como partes del contexto en el que se debe reflexionar sobre la diversidad cultural se encuentran las siguientes:
- Los estados nacionales se han debilitado, han perdido poder y soberanía, sobre todo en materia económica. Grandes esferas de la economía la controlan hoy en día empresas transnacionales que trascienden los ámbitos soberanos de los estados. También se han desarrollado fuerzas que en muchas ocasiones tienen mayor control político que los estados, como las organizaciones del crimen organizado y el tráfico de personas y de drogas.
- Las grandes empresas multinacionales, con el apoyo de los Estados que son militar y económicamente poderosos, asedian constantemente a los países y pueblos que no pertenecen al primer mundo, especialmente por sus recursos naturales, y amenazan sus capacidades de generar conocimiento y de explotar racionalmente dichos recursos en su propio beneficio. Debe subrayarse que una proporción muy importante de los recursos naturales valiosos del planeta se encuentran en territorios donde viven pueblos originarios.
- Se ha producido una enorme concentración del poder económico e ideológico en las grandes empresas trasnacionales que controlan el acceso a los medios de comunicación, al ciberespacio, a las noticias y a lo que la gente debe leer, poder concentrado que como nunca antes depende de la ciencia y la tecnología. En este rubro destacan los llamados por el filósofo español Javier Echeverría “señores del aire”: las grandes compañías de la comunicación por satélite, así como las que controlan las emisiones de televisión a nivel global y en gran medida el acceso y la navegación por internet. A éstas cabría agregar los grandes consorcios editoriales que han absorbido a las firmas pequeñas y medianas, y que han acumulado una gran capacidad para controlar la publicación y distribución de libros, es decir, de influir decisivamente en lo que la gente lee.
- En forma paralela, la cultura -entendida en sentido amplio y no como “cultura de élite”- ha adquirido una nueva relevancia. En particular, ha pasado a un primer plano la lucha por el reconocimiento y por el respeto a la identidad colectiva desde diversas perspectivas. Así, la religión y la etnicidad, tanto en el contexto de pueblos originarios, como de grupos de inmigrantes en otros países, se han vuelto elementos cruciales de la identidad. Además, el fenómeno de la inmigración, así como el trasvase cultural producto de las redes satelitales, de la comunicación electrónica, y la difusión de publicidad y de filmes (más unilateral que multilateral, hay que decirlo), están produciendo una hibridación cultural no vista antes, ante la cual, sin embargo, también se ha reforzado la lucha por el reconocimiento de las identidades propias y por el reconocimiento de la diversidad cultural y de su valor para la sociedad global y para las sociedades nacionales.
- La cultura, no sólo la que podemos ligar a un pueblo o a una civilización, sino en el más amplio de los sentidos que se relaciona con diferentes actores colectivos, ha sido uno de los ejes centrales del surgimiento de nuevos agentes sociales y políticos, o de agentes tradicionales cuyo significado político se ha revalorizado: pueblos indígenas, grupos de inmigrantes, movimientos ecologistas, de género, de homosexuales, de consumidores, movimientos antiglobalización, nuevos movimientos laborales y campesinos, etc.
- Pero también hay que señalar que hasta hace poco la reivindicación dominante, tal vez en la mayoría de estos nuevos movimientos y agentes políticos, había sido por el reconocimiento y el derecho a la diferencia, y había quedado opacada la lucha por una participación efectiva en la toma de decisiones sobre las formas de cuándo y cómo explotar recursos (naturales, sociales y del conocimiento), y de cómo canalizar y distribuir los beneficios de su explotación. Pero esto ha comenzado a cambiar en tiempos recientes, por ejemplo en América Latina en el caso de los movimientos indígenas, ha sido notable su articulación horizontal con otros movimientos sociales, como ha sido evidente en Bolivia desde septiembre de 2003 en torno al conflicto por decisiones unilaterales sobre la explotación del gas y la canalización de los beneficios correspondientes. Por eso es muy importante insistir en que además de los derechos culturales, es necesario reivindicar los derechos económicos de los pueblos y de las naciones, pues no se trata de reivindicar las identidades en la pobreza, sino las identidades en condiciones de justicia social, dentro de cada país y en las relaciones internacionales.
- Muchos países, especialmente en América Latina, han reconocido en su constitución política su carácter multicultural, y en general de los derechos culturales de los pueblos originarios. Esto es de aplaudirse. Pero ha sido muy pobremente traducido a una implementación de mecanismos efectivos que modifiquen las relaciones interculturales en esos países, lo cual marca una serie de cuestiones para la agenda que deben replantearse los países, en su interior, y para la agenda de las relaciones interculturales.
- Entre los puntos pendientes se encuentra la reforma de los estados. Sin embargo, ha sido muy difícil llegar a acuerdos entre los diferentes agentes políticos, dentro de cada país y entre países.
- Finalmente, para completar una muy esquemática revisión de algunos rasgos notables del contexto globalizado contemporáneo, conviene recordar que el complejo proceso social global que hemos estado viviendo en las últimas décadas ha venido acompañado de una precariedad en la elaboración y uso de las categorías del pensamiento filosófico y teórico en las humanidades y en las ciencias sociales. Es urgente revitalizar el pensamiento humanístico y social para que ofrezca los entramados conceptuales y metodológicos adecuados para la comprensión y crítica de estos fenómenos. Esto requiere la transgresión de las fronteras disciplinares y la intensificación del trabajo “transdisciplinar”, es decir, la elaboración de nuevos conceptos y métodos mediante la concurrencia de diversas disciplinas y formas de interactuar con la realidad, pero cuyos resultados ya no serán propiedad de ninguna disciplina en particular. Pero no por ello debemos olvidar las categorías que todavía son indispensables, tales como la de “identidad” misma, como también lo son las de “clase social”, “explotación”, “alienación”, “solidaridad”, “extrañamiento”, “enajenación”, “ideología” y “justicia social”. Para mencionar sólo un ejemplo, muchos discursos oficiales de gobiernos nacionales y de organismos internacionales llevan ya varios años enfocando lo que realmente es un problema de injusticia social como si sólo fuera un problema de pobreza. Consecuentemente las políticas públicas se han visto invadidas con programas “para ayudar a los pobres”, concebidos las más de las veces bajo visiones asistenciales y caritativas -que entienden al fenómeno de la pobreza en cada país, y de los países pobres, como aislado e independiente del resto de las estructuras y relaciones sociales y económicas, y casi como si su existencia fuera responsabilidad de los pobres. Estos puntos de vista están completamente alejados de las concepciones sobre la justicia social, entendida como la organización social y la distribución de cargas y de beneficios que permita la satisfacción de las necesidades básicas legítimas de todos los miembros de la sociedad, así como el ejercicio y desarrollo de sus capacidades.
Tesis para el debate
A partir de los rasgos del contexto de globalización que hemos revisado es posible proponer las siguientes tesis para la discusión.
1.- Es necesario reivindicar los derechos económicos de los pueblos. Que puedan ejercer efectivamente el derecho de acceder al conocimiento, a desarrollar la capacidad de generarlo, y a la toma de decisiones sobre la explotación de los recursos naturales. Para avanzar en la solución de los problemas generados por la asimetría de las relaciones interculturales, que a mediano y a largo plazo establezcan una situación estable y legítima, se necesita el reconocimiento de la igualdad de derechos de todos los pueblos que son diferentes y tienen sus propias idiosincrasias, y se requiere que se lleven a cabo reformas de los Estados y de los organismos internacionales para establecer nuevas relaciones sociales, económicas, políticas y culturales entre pueblos, entre países, entre regiones y entre civilizaciones.
Las nuevas relaciones deben dar pie a un orden intercultural socialmente justo, lo que significa que deben garantizar:
a) La satisfacción de las necesidades básicas de todos los miembros de cada pueblo, de acuerdo con la formulación de las mismas que de manera autónoma haga cada uno.
b) La participación efectiva en la decisión de cuándo y cómo explotar los recursos materiales que se encuentran en los territorios que ocupan, así como en las formas de encauzar los beneficios de ello.
c)Pero no sólo habría que garantizar la participación de los pueblos en la explotación de los recursos de sus territorios, sino en las formas mismas de producción y aprovechamiento de conocimiento, así como de los sistemas tecnológicos para la adecuada explotación de los recursos naturales.
2.- Deben transformarse las relaciones internacionales y las relaciones entre pueblos mediante la participación de todos en condiciones de simetría.
3.- Dado el carácter multicultural de las sociedades contemporáneas, ya sea por la convivencia en los mismos territorios de pueblos originales, ya sea por los flujos migratorios, es necesario proponer normas éticas y de convivencia política, así como instituciones que garanticen la justicia social para todas las personas y para todos los pueblos, respetando sus diferencias y la identidad y autonomía de cada uno. Pero al mismo tiempo se requiere garantizar la participación de todos los pueblos y de todos los ciudadanos en el proyecto nacional de sus países y en el proyecto de una sociedad global donde los pueblos y los grupos diferentes dialoguen en armonía, y establezcan programas de cooperación y colaboración.
4.- No hay incompatibilidad alguna en tener una identidad personal fincada en varias capas de identificación: (alguien puede ser tojolabal, mexicano, americano, iberoamericano y ciudadano del mundo). Por el contrario, el diálogo entre pueblos y el futuro armonioso del mundo exige el fortalecimiento de esos distintos niveles de identidad, al mismo tiempo que cada grupo identitario debe sumar esfuerzos con otros para llevar adelante proyectos colectivos: de un pueblo, de una nación multicultural, de un ámbito cultural conformado por varios países (como el iberoamericano o el islámico), al mismo tiempo que se asumen compromisos con una ciudadanía mundial.
5.- Es necesario promover en cada país e internacionalmente la “cultura de la interculturalidad”, entendida como la conciencia de que la mayoría de las sociedades nacionales y la comunidad internacional son multiculturales, que todos los pueblos deben ser respetados y merecen tener las condiciones adecuadas para su desarrollo económico, para el ejercicio de su autonomía y para el florecimiento de su cultura. Esto implica desarrollar proyectos educativos a favor de las relaciones interculturales justas, dirigidos a todos los sectores sociales y no exclusivamente a los pueblos originarios ni sólo a inmigrantes.
6.- Es necesario formar en todos los países nuevos profesionales que promuevan esta “cultura de la interculturalidad”, que sean mediadores entre grupos sociales con culturas distintas y que sean también gestores del patrimonio cultural, con la capacidad de comprender a las diferentes culturas que se preparan para dialogar, de abrir horizontes de comprensión mutua, en un marco de respeto y de tolerancia, para mediar así entre diferentes grupos, entre agencias de los estados o entre organismos internacionales y grupos culturales, para ayudar a encontrar orientaciones para la solución pacífica de conflictos y sobre todo para el desarrollo de proyectos comunes.
7.- Es necesario promover el desarrollo económico, social y cultural de todos los pueblos mediante el óptimo aprovechamiento del conocimiento, pero deben aprovecharse tanto los conocimientos y las formas de intervención en la naturaleza y en la sociedad que promueven las ciencias y las tecnologías modernas, tanto como impulsar el aprovechamiento de los conocimientos tradicionales. Sobre todo, los pueblos deben disfrutar de las condiciones de generar ellos mismos el conocimiento, y de decidir qué tipo de conocimiento y qué tipo de tecnologías quieren, ejerciendo plenamente su autonomía.
8.- Lo anterior implica la necesidad de una rectificación fundamental en las políticas públicas dominantes tanto en cada país como en muchos organismos internacionales. Es necesario combatir la falsa creencia dominante en los gobiernos y en los sectores empresariales de muchos países, desde luego en los iberoamericanos, de que una mayor inversión en ciencia y tecnología y en la producción del conocimiento significa desatender otros problemas como el retraso económico, la injusta distribución de la riqueza, la insalubridad, el deterioro ambiental o la falta de educación y de desarrollo cultural. Por el contrario, uno de los principios rectores de la llamada sociedad del conocimiento que debe ser bienvenido es la idea de que la ciencia y la tecnología son indispensables para lograr las condiciones materiales, ambientales, sociales y culturales, necesarias para garantizar el bienestar, una vida digna y una organización social justa para las presentes y futuras generaciones de todos los sectores de nuestras sociedades plurales. Por eso las políticas públicas en ciencia y tecnología no deben verse como políticas marginales independientes de las políticas económicas, de salud, de educación y de cultura. Es indispensable articular todas ellas, sin perder de vista jamás la pluralidad cultural del mundo en que vivimos.
9.- Por lo mismo es necesario revalorar los conocimientos tradicionales y otras fuentes de conocimiento distintas a los modernos sistemas de ciencia y tecnología. Las políticas públicas también deben hacerse cargo de impulsar estos sistemas de conocimiento. Sobre todo, es necesario establecer las condiciones que permitan a todos los pueblos generar y aprovechar el conocimiento que requieran para la solución de sus problemas. Problemas en cuya identificación y vías de solución es indispensable que participen los afectados mismos.
10.- Es indispensable realizar transformaciones en los sistemas educativos para que las nuevas generaciones se preparen adecuadamente para poder participar en los mecanismos de generación, aplicación y explotación racional del conocimiento. Sin esa reforma educativa los países del tercer mundo se quedaran fuera de toda posibilidad de establecer los mecanismos para la satisfacción de las necesidades básicas de todos sus miembros. Pero en estos sistemas deben participar en pie de igualdad todos los pueblos, y en el caso de países con pueblos originarios, como los pueblos indígenas de América Latina y en especial de México, debe eliminarse la aberrante idea de crear instituciones educativas especiales para ellos. En vez de instituciones educativas segregacionistas, deben promoverse las instituciones que faciliten la convivencia y el diálogo intercultural.
11.- La globalización que conocemos ahora, hemos insistido, ha sido posible por el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Las relaciones sociales han sufrido transformaciones radicales e igualmente se han transformado las formas de vida de la gran mayoría de la gente. Pero no debemos caer en la tentación, ni el error del determinismo tecnológico. No hay un único camino ya trazado, o ya determinado por el desarrollo de la tecnología. Las relaciones sociales, tanto como el desarrollo de la propia tecnología, son susceptibles de ser encauzados por decisiones humanas. La decisión de cuáles cambios en las formas de vida son deseables y cuáles no, corresponde a la gente, y los pueblos y las culturas tienen el derecho a decidir qué cauce seguir de acuerdo con sus valores y sus concepciones del mundo. En esas decisiones deben participar representantes de todos los grupos interesados, y no pueden quedar en manos únicamente de los llamados expertos, ni de los responsables de la conducción de los Estados, ni de las entidades superestatales. Pero como no hay un único punto de vista, ni uno solo que sea el correcto, debe haber discusión pública acerca de cuáles cambios en la forma de vida son deseables y éticamente aceptables, es decir, cuáles son aceptables bajo la discusión y participación de los diversos puntos de vista y de intereses y valores presentes en las sociedades actuales.
12.- Para lograr lo anterior es indispensable llegar mediante el diálogo a un acuerdo acerca de la normatividad mínima que debe regular las interacciones y la convivencia entre pueblos y entre culturas diferentes. Una auténtica actitud pluralista no nos permitiría suponer que todos llegarán a aceptar esas normas por las mismas razones, sino que las razones para aceptarlas pueden ser diferentes. Lo importante es que haya acuerdo en el proyecto común del diálogo y sobre todo en la búsqueda de las condiciones para la convivencia armoniosa, constructiva y cooperativa. No se trata de normas impuestas desde algún punto de vista particular, ni de normas pretendidamente absolutas a las que llegarían los agentes racionales a partir de una “situación ideal de habla” o de un “velo de ignorancia” siempre y cuando pudieran “ejercer su racionalidad libre de constreñimientos”. Se trata de un conjunto mínimo de normas de convivencia de las que se reconoce que carecen de una fundamentación absoluta, pero que pueden ser legítimas porque habría razones para su aceptación desde cada punto de vista en juego. Serían normas propuestas sobre la mesa de discusión, debatidas entre todos los involucrados y cuya aceptación por cada parte, en su caso, descansaría en razones que dependen de los propios valores, concepciones del mundo y formas de vida de cada grupo. Si se cumple este principio de pluralidad, las condiciones para el diálogo y para la convivencia serán estables y legítimas, se respetarán las identidades y los proyectos de vida común de cada pueblo y cada cultura, y se establecerá un contexto de relaciones interculturales justas, basadas en el reconocimiento de los otros en sus diferencias, pero sobre todo, será posible el desarrollo de proyectos compartidos que conduzcan a la realización de los intereses particulares de cada pueblo y cada cultura al mismo tiempo que la de proyectos comunes, generales y compartidos.
Fuente: Lista Interculturalidad