Al
hablar de inmigración es conveniente recordar los periodos
históricos que precedieron al actual. La fragilidad
de la memoria de los pueblos y la tendencia a ocultar situaciones
difíciles que se han vivido con anterioridad nos hace
olvidar datos importantes que han marcado, a lo largo de los
siglos, la historia de la humanidad. Sólo desde el
contexto histórico y considerando las variables económicas
y sociales, podremos comprender los motivos por los que emigran,
personas procedentes de todos los continentes y que llegan
a los países de destino con la expectativa de permanecer
por un tiempo o, tal vez, de construir una vida aquí.
Desde
el Paleolítico hasta nuestros días, los seres
humanos nos hemos desplazado por los territorios y continentes
por muy distintas razones
En la antigüedad Cartago, Grecia y Roma organizaban
flujos emigratorios como método para exportar el
excedente social que se acumulaba en sus fronteras
interiores. Así se aseguraban que mantenían
el orden político.
Con el descubrimiento de América, miles de personas
emigraron a los nuevos territorios. Los Estados Unidos del
Norte son el mejor ejemplo de un territorio poblado por
sucesivas olas de inmigración.
En el siglo XIX un puñado de países inician
la conquista de buena parte del planeta. Cuando no lo ocupaban
se establecían en los territorios a través
de su supuesta superioridad económica y social. Exportaban
personas y negocios, asolando los sistemas sociales y económicos
de las zonas donde se establecían. De esta forma
Europa corregía problemas como el exceso de población
o de pobreza y se enriquecía económicamente
a costa de los países que colonizaba.
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