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Dificultades
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Las
dificultades con las que se encuentran las mujeres inmigrantes
son:
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Inseguridad e indefensión jurídica
Las situaciones de ilegalidad y de inestabilidad laboral
y de residencia provocan una sensación de tensión
constante. En el caso de las mujeres, como ya hemos
mencionado, la subordinación al estado civil
en los casos de migración a través de
la reagrupación familiar, la falta de asesoramiento
jurídico, y el poco interés demostrado
por las Administraciones por los temas relacionados
con las dificultades específicas de las mujeres
inmigrantes acrecientan el estrés que cada vez
más, padecen éstas mujeres. A lo largo
de los últimos años, se ha incrementado
de manera considerable el índice de consultas
por depresiones y otras patologías relacionadas
por parte de las personas inmigrantes. Para las mujeres
que emigran solas, existe, además, la posibilidad
de embarazos no deseados que les colocará en
situaciones de desamparo total, cuya única salida
radica a veces en la dedicación a la prostitución
como medio de subsistencia. Y ¿qué decir
de la asistencia jurídica a las mujeres maltratadas,
o al deber de custodia paterna en caso de separación? |
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Situaciones
de discriminación múltiple
la discriminación de la mujer inmigrante se vive
por varias razones: al rechazo que puede sufrir por
racismo, se une otro de clasismo provocado por las condiciones
sociales en las que se ven abocadas a vivir, por la
desigualdad social. Es el caso del acceso a la vivienda,
por ejemplo, como lo demuestran multitud de estudios
realizados: en el caso de las personas en situación
de irregularidad, la única opción es la
de compartir vivienda con varias familias, lo que repercute
directamente en su equilibrio psíquico. |
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Dificultades
con el sistema educativo
si nos situamos en el caso de una mujer en situación
de irregularidad, todo lo relativo al sistema educativo
y sanitario se convierte en otro obstáculo. La
garantía normativa que garantiza la escolaridad
obligatoria, por ejemplo, no se hace extensiva a las
actividades extraescolares, las competiciones deportivas
o el acceso a becas. En cuanto al sistema sanitario,
contempla la asistencia de urgencia, no la atención
sanitaria continuada. |
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Falta
de adaptación de las instituciones y de la población
en general a las diferencias culturales de la población
que emigra
Nuestras sociedades han dejado de ser monoculturales
hace mucho tiempo. En la construcción de un espacio
común diverso, cuya fuerza social, laboral y
económica se nutren y benefician de la presencia
de las personas inmigrantes, se vuelve imprescindible
incorporar la perspectiva multicultural a todos los
servicios públicos: atención sanitaria
y ginecológica, organización de comedores
escolares, formación de adultas, etc. La igualdad
es imposible de conseguir si no se parte de la diversidad.
En esta perspectiva multicultural, no se trata de elaborar
programas de inserción para las personas inmigrantes
sino de redibujar un espacio diverso en el que replantear
la organización desde las necesidades de los
miembros que la conforman. Tener en cuenta estas necesidades
es fundamental para garantizar los derechos a la dignidad
y al bienestar de todas y todos.
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Tendencia
asimilacionista de la sociedad
Una tendencia asimilacionista en la que se rechazan
los valores que no se comprenden, que no conoce y
a menudo que no valora, ejerce sobre las mujeres inmigrantes
una doble presión: en su afán por adaptarse
a las exigencias de la sociedad receptora, pierde
paulatinamente sus propias pautas culturales y a veces
incluso, reniega de sus lenguas de origen. Esto se
hace patente en la educación de sus hijos.
Algunos de ellos dejarán de hablar el idioma
materno, por decisión deliberada de sus madres,
preocupada por garantizarles mejores oportunidades
de acomodación en la sociedad en la que se
han educado. En personas procedentes de culturas más
religiosas y con fuerte componente patriarcal, sin
embargo, las situaciones de desigualdades vividas
en los países de destino, hace que muchas mujeres
se aíslen en sus propios grupos étnicos,
buscando así la seguridad y la protección
de lo semejante, y se alejan de la sociedad de acogida.
Estas
circunstancias llevan a la progresiva guetización
de las personas inmigrantes, y en particular de las
mujeres, cuyas condiciones de precariedad y, en muchos
casos de dependencia, les hace más frágiles
e indefensas.
Para
las segundas generaciones, este proceso es especialmente
difícil ya que se encuentran en la frontera
entre dos realidades culturales distintas. Aunque
sobre este tema volveremos más adelante, sí
es conveniente señalar que la política
de rechazo y negación incrementa las situaciones
de desamparo y de desigualdad.
La
progresiva imposición de medidas legales, destinadas
a favorecer los procesos de adaptación si son
imprescindibles, no bastan para dar salida a situaciones
que requieren políticas integradas y la aplicación
de medidas interculturales que tengan como base el
respeto a los derechos humanos universales.
Estas
medidas deberán enfocarse desde una mirada
que rescate aquellos aspectos valiosos de las culturas
que están presentes en la sociedad.
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La
falta de políticas de acogida que faciliten información
precisa sobre el funcionamiento de las instituciones
Lo que se ha acostumbrado a llamar el fenómeno
de la inmigración, como si éste surgiera
de pronto, y la falta de proyecto político de
los gobiernos de los países de acogida pretenden
presentar el hecho migratorio como un problema de difícil
solución. El mensaje que se transmite a la población
es el de la inseguridad que provoca lo desconocido y
la dificultad de "integrar" a las personas
inmigrantes, por las diferencias culturales existentes.
El planteamiento ético, según nuestra
opinión, no está reñido con el
buen funcionamiento de las administraciones públicas
que deberían facilitar información precisa
sobre el funcionamiento de las instituciones y costumbres
en el país de acogida.
A
menudo, en efecto, estas instituciones no existen
en los países de origen. Una planificación
correcta, desde una perspectiva intercultural, junto
con campañas de información precisas
permitirían a muchas mujeres el acceso a ayudas
sociales a las que no acuden, por desconocimiento.
Las acciones sanitarias de tipo preventivo, por ejemplo,
o la falta de información sobre asuntos legales
limitan sus posibilidades de acomodación y
dificultan el ejercicio de sus derechos al bienestar.
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Dificultades
por el desconocimiento de la lengua
Quizás merezca este apartado una reflexión
más amplia. Como lo hemos visto anteriormente,
las mujeres que emigran a España son de origen
muy variado. Por proximidad lingüística
más que cultural, las personas de Latinoamérica
son las más numerosas, pero más del treinta
por ciento de ellas proceden de Marruecos y las migraciones
procedentes de otros países no hispanohablantes
van en aumento. La lengua es vehículo y vínculo.
La palabra es poder. En la doble discriminación
de las mujeres inmigrantes, el desconocimiento de la
lengua del país de destino es un obstáculo
fundamental para su acomodación futura. Dentro
de la falta de políticas de acogida, queremos
destacar la nula consideración que se merece
desde la Administración pública la enseñanza
de la lengua a personas extranjeras. La alfabetización
y la formación suelen estar en manos de colectivos
no gubernamentales, de asociaciones o de centros de
voluntariado cuya labor es de admirar. Pero en la formación
de adultas inmigrantes, la enseñanza de la lengua
por profesionales especializados brilla por su ausencia.
Por
otra parte, como ya apuntamos anteriormente, los mecanismos
a través de los cuales se desarrollan las acciones
no siempre llegan a los colectivos de mujeres cuyo
aislamiento, obligaciones o impedimentos culturales
pueden ser un obstáculo grave para acudir a
los centros de formación, cuya existencia muchas
veces desconocen.
Si
nos referimos a mujeres laboralmente activas tendremos,
además, que considerar las extensas jornadas
de trabajo que desempeñan, el cuidado de la
familia y las condiciones de infravivienda que les
obliga a compartir casa con otras muchas personas.
Las dificultades que implica la convivencia, la falta
de intimidad y de aislamiento dentro de la propia
vivienda o el cansancio acumulado son otras tantas
trabas para que acudan a los centros.
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